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Actualizado: 6 de noviembre de 2025
Cuando veía próximo á realizarse este triunfo de los reyes republicanos de la industria sobre los reyes históricos del viejo mundo, el americano murió en un accidente de automóvil y sus herederos no sabían qué hacer del tal Leviatán, que sólo podía servir á un viajero inmensamente rico y además, en su opinión, algo loco.
Amparo narraba animadamente; los delegados de Cantabria habían desembarcado entre inmenso gentío que llenaba el muelle y la ribera: ella pensó por la mañana alumbrar en la octava de San Hilario; pero ¡qué octava ni octava!, en cuanto supo la venida del buque, allá se plantó, en el desembarcadero, abriéndose calle a codazos.... Los delegados son unos señores..., ¡vaya!, de mucho trato y de mucho mundo: ¡saludan a todos y se ríen para todos!, ¡republicanos de corazón, ea!
Pues en la segunda campaña, al mando del Conde de la Unión, también escarmenté de lo lindo a los republicanos. La defensa de Boulou, no nos salió bien, porque se nos acabaron las municiones: yo, con todo hice un gran destrozo cargando una pieza con las llaves de la iglesia; pero éstas no eran muchas, y al fin, como un recurso de desesperación, metí en el ánima del cañón mis llaves, mi reloj, mi dinero, cuantas baratijas encontré en los bolsillos, y, por último, hasta mis cruces. Lo particular es que una de estas fue a estamparse en el pecho de un general francés, donde se le quedó como pegada y sin hacerle daño.
Divertía esto mucho a las damas, porque claro está que ello había de allanar el camino de la Restauración porque ansiosas trabajaban; pero lo temible, lo negro y el marqués acentuaba los pavorosos tintes de su rostro, enarcando las pieles de sus cejas , era que los carlistas comenzaban a removerse en el norte, y los republicanos en todas partes, y hacíase difícil defender de tanta boca abierta la única y apetecida tajada.
«No temas, ciudadana le dijo: también nosotros los republicanos tenemos hijos.» Al ver que yo sonreía jugando con su escarapela tricolor, añadió: «A fe mía que tienes un niño bien hermoso para ser hijo de un aristócrata.
Con su intransigencia provocaba la revolución de la Reforma en los países del Norte; y arrojado de ellos, venía aquí a renovar en tierra nueva su incultura y su fanatismo. El terreno estaba bien preparado. Al morir las ciudades libres, aquellos municipios que eran republicanos, murió el pueblo.
Ninguna persona inteligente cree en Dios. Yo he conocido personas inteligentes que me decían: «Ninguna persona inteligente cree en la república.» Pues los cristianos primitivos dijo el señor De Obeso, rebajando el tono y batiéndose en retirada eran republicanos. Eran más; eran anarquistas.
La escena final del acto, donde todos los voluntarios republicanos, entre el fragor de la lid empeñada, doblan la rodilla al aparecer el Señor acompañado de las monjas de San Gregorio, aflojó suavemente los tirantes nervios de la concurrencia.
Y el otro, ¿qué dijo? El otro, el otro... el otro habla despacio, pero echa unos términos, que a veces cuesta caro entenderlo.... Predicó mucho de nuestros derechos y del trabajo, y de lo que representa esta Unión del Norte... y de que las clases trabajadoras, si se unen, pueden con las demás.... Habían de venir allí arrastrados de las orejas los que piensan que los republicanos dicen cosas malas.
También era como era: hijo de una época de revueltas y un poco tibio en lo que más debe importarle al hombre: la religión... Además, Fermín, los tiempos han cambiado; aquellos republicanos de entonces eran muchos de ellos personas extraviadas, pero de excelente corazón.
Palabra del Dia
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