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Actualizado: 4 de junio de 2025
Para el objeto que nos ocupa, bastará enumerar los períodos siguientes: período ó civilizacion del Asia; tiempos de Grecia y Roma; tiempos de Esparta; tiempos cristianos; tiempos feudales; renacimiento; edad moderna. El Asia idolatró la materia de dos modos: la materia ruda, el monte, el volcan, la serpiente, el cocodrilo; y la materia elemental: la tierra, el aire, el agua y el fuego.
Ese debe ser, ciertamente, nuestro consuelo. Ahora, para experimentar en toda su intensidad este consuelo, es preciso hacer un esfuerzo por llegar a una determinada altura moral y mental; porque es preciso darnos cuenta de que ese renacimiento y ese bienestar que mañana nos esperan, tal vez no los gozaremos nosotros; los gozarán tan solo los que vengan detrás de nuestra generación. ¿Qué importa?
De la lengua y de la literatura catalanas no se puede decir tanto ni con mucho; pero al cabo, bastante puede alegarse en pró de su resurrección ó renacimiento presente. Pero vamos... hablando con franqueza, aunque se enojen un poquito el Sr.
Mientras la humanidad, enardecida por el soplo carnal del Renacimiento, admiraba a Apolo y rendía adoración a las Venus descubiertas por el arado entre los escombros de las catástrofes medioevales, el tipo de suprema belleza para la monarquía española era el ajusticiado de Judea, el Cristo polvoriento y negruzco de las viejas catedrales, con la boca lívida, el tronco contraído y esquelético, los pies huesosos y derramando sangre, mucha sangre, el líquido amado por las religiones cuando apunta la duda, cuando la fe flaquea y, para imponer el dogma, se echa mano a la espada.
La puerta del Reloj, llamada también de la Feria, con sus rudas esculturas de hierática rigidez y el tímpano cubierto de compactas escenas de la Creación, contrastaba con la puerta del otro extremo del crucero, la de los Leones, o, por otro nombre, de la Alegría, construida doscientos años después, risueña y majestuosa a la par como la entrada de un palacio y revelando ya las carnales audacias del Renacimiento, que pugnaba por aposentarse entre las rigideces de la arquitectura cristiana.
Con este motivo, se lamentaba de la general decadencia española, y hasta llegaba a hablarle a Nepomuceno del probable renacimiento del teatro nacional, si todos hacían lo que a él le aconsejaba: poner en movimiento los capitales, sacar partido de los tesoros de la tierra.
Hablaban mucho de lo grande que fue Roma: celebraban el arte griego por sencillo: decían que ya eran muchas las iglesias: buscaban modos nuevos de hacer los palacios: y de todo eso vino una manera de fabricar parecida a la griega, que es lo que llaman arquitectura del «Renacimiento»: pero como en el arte gótico de la «ojiva» había mucha beldad, ya no volvieron a ser las casas de tanta sencillez, sino que las adornaron con las esquinas graciosas, las ventanas altas, y los balcones elegantes de la arquitectura gótica.
Luego, al fin de la edad que medió entre aquella pelea y el descubrimiento de América, volvieron los gustos de antes, de Grecia y de Roma, en las casas graciosas y ricas del Renacimiento. En América vivían los indios en palacios de piedra con adornos de oro, como ese de los aztecas de México, y ese de los incas del Perú.
Así fué abandonado el antiguo estilo francés llamado gótico, que tan gloriosos monumentos habia producido en toda la Europa occidental. Los maestros del nuevo modo de construir no podian ser mas que los italianos, porque para los arquitectos formados en el antiguo sistema, la arquitectura del renacimiento era un lenguaje del cual ni siquiera el abecedario comprendian.
Lo único que revela su antiguo destino son las lumbreras ó respiraderos que de trecho en trecho atraviesan la bóveda de piedra. Por allí se exhalaban los vapores y los perfumes. Edificios del Renacimiento.
Palabra del Dia
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