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Actualizado: 5 de noviembre de 2025
Luego resumió todas las congojas y las nuevas verdades de su pensamiento repitiendo la misma afirmación enérgica: «¡Matemos a los muertos!». La voz de Pablo le sacó de sus reflexiones. ¿Te hubieras casado ahora con mi sobrina, sin miedo y sin remordimiento?... Febrer dudó antes de contestar.
«¡Iba a ser padre!» A tal idea, en su cerebro estallaban las frases hechas como estampidos de pólvora en fuegos de artificio. Con gran remordimiento notaba Reyes que su corazón tomaba en el solemne suceso menos parte que la cabeza... y la retórica. Aquella dignidad nueva, la primera, en rigor, de su vida, a que era llamado, ¿por qué le dejaba, en el fondo, un poco frío?
Una especie de sordo y pertinaz remordimiento lo había acompañado durante largo tiempo, ante la idea de haber empujado a una inocente a un sacrificio terrible: después ese error suyo fue a confundirse con otros, y le dio libertad para decirse que su culpa había consistido únicamente en un celo excesivo por encontrar el fundamento de la acusación, y así fue perdiéndose por fin hasta de su mente el recuerdo de aquellos hechos.
Algunas semanas pasaba Teresina triste, temerosa de haber perdido su dominio sobre el señorito; entonces era cuando el Magistral vivía al lado de Ana libre de congojas, tranquilo en su conciencia; pero poco a poco el tormento de la tentación reaparecía; sus ataques eran más terribles, sobre todo más peligrosos, que los del remordimiento; la castidad de Ana, su inocencia de mujer virtuosa, su piedad sincera, la fe con que creía en aquella amistad espiritual, sin mezcla de pecado, eran incentivo para la pasión de don Fermín y hacían mayor el peligro; por que ella que no temía nada malo, vivía descuidada sin ver que su confianza, su cariñosa solicitud, aquella dulce intimidad, todo lo que decía y hacía era leña que echaba en una hoguera.
Amaury, por su parte, no dejaba de mirarlos a hurtadillas con frecuencia, y al verlos tan entretenidos conversando y sonriéndose, no dejaba de prometerse con cierta satisfacción cruel que se las pagarían todas juntas, principalmente su amigo Felipe, quien por su parte embobecido por las preferencias de Antoñita y atormentado por el remordimiento, casi había echado en olvido su próximo duelo.
Para ella no había ya alemanes, ni ingleses, ni franceses; sólo existían hombres: hombres con madres, con esposas, con hijas; y su alma de mujer se horrorizaba al pensar en los combates y las matanzas. Odiaba la guerra. El primer remordimiento lo había experimentado al enterarse de la muerte del hijo de Ferragut.
Sólo dos cosas negó la Naturaleza a la Fortuna, que ni puede hacer generoso al mezquino, ni consigue acallar el remordimiento en la conciencia del malvado.
Así se aseguraba Doña Blanca de que su hija, renunciando al mundo, renunciaría á los bienes de D. Valentín y no podría transmitirlos á nadie. Pero Doña Blanca no quería matar á su hija. Atormentábase previamente con el remordimiento de que fuera al claustro desesperada y herida de muerte.
¿Qué había pasado en la habitación donde se encontraban los rivales de tapete? Don Fernando perdía una gran suma, y no teniendo ya prenda que jugar, se acordó del espléndido anillo de su esposa. La desgracia es inexorable. La valiosa alhaja lucía pocos minutos más tarde en el dedo anular del ganancioso marqués. Don Fernando se estremeció de vergüenza y remordimiento.
Despues, hubo de acudirle la memoria de los grandes tesoros de que era deudor al pródigo cariño de sus reyes; aquellos tesoros debieron hurgarle en la conciencia, se sintió herido; en una palabra, tuvo remordimiento, y dejó el palacio á Luis XIII, que no pudo tomar posesion.
Palabra del Dia
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