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Actualizado: 5 de noviembre de 2025


Yo no tenía derecho a esperar sino males de semejante casamiento, sobre todo evitando el cumplir mis deberes de padre. Nancy permanecía silenciosa; su espíritu lleno de rectitud no le permitía que tratara de embotar la punta aguda de lo que consideraba como un justo remordimiento; un acento de cariño templaba el tono que había tomado para acusarse a mismo. Y os obtuve, a pesar de todo, Nancy.

La gente, recordando los tiempos en que arrastraba el fusil de la milicia popular, le apodó el Nacional. Hablaba de la profesión taurina con cierto remordimiento, a pesar de los años transcurridos, y se excusaba de pertenecer a ella.

Ahora que lloraba de veras doña Manuela. Pensaba en el remordimiento horrible que le predecía su hermano, y más aún en aquella miseria que tanto la asustaba. Tan visible era su desesperación, que don Juan calló, compadecido de su hermana. Hubo un largo silencio.

Ahora, ya no era sólo la amargura de haber despojado a una familia venerable; asaltábame el remordimiento de haber privado a la sociedad de un personaje fundamental, un letrado perito, columna del Orden, apoyo de las instituciones. No se puede arrancar a un Estado una personalidad que vale veinte millones de pesetas sin perturbar su equilibrio. Esta idea era mi desesperación.

Al abuso de nuestras facultades físicas sucede el dolor; á los extravíos del espíritu siguen el pesar y el remordimiento. Quien busca con excesivo afan la gloria se atrae la burla; quien intenta exaltarse sobre los demas con orgullo destemplado, provoca contra la indignacion, la resistencia, el insulto, las humillaciones.

Yo mismo añadió siento cierto remordimiento al pensar en mi abuelo. ¡Pobre señor!

Recuerda la última vez que nos vimos en este sitio. Yo venía de rezar, de hablar con mi hijo; era tal vez una ilusión, pero las ilusiones nos ayudan á vivir. Y ahora no puedo; el remordimiento me espera donde hace unas semanas encontraba la esperanza. Y esto te lo debo á ti, á ti, que me arrebatas la última felicidad que yo me había inventado... Ya no miraba al príncipe con ojos hostiles.

Al oírlo, mi mujer se descuajeringaba de risa, diciéndome: ¿Cómo crees, menguado, que Tucker pueda ser una frase hecha? Muchos hombres conozco que son una frase hecha, nada más que una frase hecha, murmuré. ¡Pero no! Tucker no podía ser un remordimiento... ¿Por qué? Yo no sabía por qué, ¡y sin embargo sabía que no era un remordimiento!

Estos insultos exteriores le hicieron erguirse, altivo, cruel, inexorable, contra aquel otro yo digno de su desprecio. Ladeó la cabeza: no quiso encontrar los ojos suplicantes de Margarita; tuvo miedo á su mudo reproche. Tampoco se atrevió á mirar al ciego, con su uniforme rapado y heroico, con su rostro envejecido por el deber y la gloria. Le temía como á un remordimiento.

Su vasto cerebro tal vez hubiese salvado los rasgos geniales de aquella vieja monarquía asiática, y yo inmovilizé su acción creadora. Su fortuna hubiera podido reforzar el Erario, y yo la estaba disipando entre fiestas y prostitutas... ¡Amigos, conocí el remordimiento inmenso, colosal, de haber arruinado un Imperio! Para olvidar este complicado tormento, me entregué a la orgía.

Palabra del Dia

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