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Actualizado: 1 de junio de 2025


La muerte reinaba en el seno de esa onda envenenada, y en su remolino había una tumba bien hecha para aquel que pudiera beber en ella un consuelo a su imaginación taciturna, para aquel cuya alma desamparada pudiera haberse hecho un Edén de ese lago velado. Era en el corazón del verano y en medio de la noche.

Los oídos le zumbaron con un glu-glu inmenso mientras su cuerpo daba cabriolas en la obscuridad. Su cerebro confuso imaginó que se había abierto un agujero infinito en el fondo del mar, que todas las aguas de los océanos se escapaban por él formando un gigantesco remolino, y que él volteaba en el centro de esta tempestad giratoria. «Voy á morir... ¡Ya he muerto!», decía su pensamiento.

Casi siempre ese remolino de aire y de agua es inmenso, abraza un círculo de diez, veinte, treinta leguas, lo cual da á la embarcación probabilidades de observar y mantenerse á una respetable distancia. Lo que importa, ante todo, es saber dónde es central la tromba, dónde está su foco de atracción, y luego, conocer su continente y el grado de rapidez con que os persigue.

Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río su frescura crepuscular, en penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre. Una pareja de guacamayos cruzó muy alto y en silencio hacia el Paraguay. Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos sobre misma ante el borbollón de un remolino.

El pañuelo arrastrado por el movimiento constante del remolino, había ido naturalmente á enredarse en las ramas del fatal matorral, á una corta distancia de la opuesta ribera. Fíe en , señorita exclamó el señor de Bevallan. En diez minutos tendrá usted su pañuelo, ó no seré quién soy.

El pañuelo arrastrado por el remolino de las cascadas, fué llevado á las malezas espinosas que se veían un poco más lejos en la superficie del agua. Mervyn fué á buscarlo, pero nos sorprendimos muchísimo al verlo de pronto revolverse convulsivamente, soltar su presa, y levantar la cabeza hacia nosotros arrojándonos lamentables aullidos. ¡Ah, Dios mío! ¿qué tiene? exclamó la señorita Margarita.

Iba a añadir: «Y que se me deben dos cuartos por la noticia» o cosa análoga, pero no le dio lugar a ello su abuelo, alzándose del sillón con la agilidad de bicho montés que caracterizaba sus movimientos todos, no sin que al hacerlo produjese un tempestuoso remolino en el mar de calderilla, y la caída de algunas torres que, con sonoro estrépito, se rindieron a la gran pesadumbre.

Durante algunos instantes parece desaparecer con la corriente, pero un movimiento oblicuo del agua la rechaza y separa; entra nuevamente en el remolino y, flotando, rozando la base del promontorio, vuelve poco á poco hacia la cascada.

El brazo seco y verdoso, que parecía interminable, se extendió ante él, sirviendo de sostén á un farol rojizo que empezó á balancearse.... Y sintiendo el empujón de una fuerza irresistible, el gancho marchó hacia su alojamiento, iluminado por la linterna danzante, que esparcía en torno un remolino de manchas sangrientas y fúnebres harapos. Entró en la casa, y la luz tras de él.

Al parecer es en el mismo punto donde las hojas entran en el remolino y se sumergen dando vueltas; en esos sitios el agua se extiende en lienzos, se pliega en ondulaciones y se precipita por rápidas pendientes; á la misma altura, al parecer, se mojan las raíces del álamo y la flor de miosotis se baña en el agua transparente.

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