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Actualizado: 23 de junio de 2025
Llevaba más de una semana de dulce embriaguez. Jamás había creído que la vida fuese tan hermosa. Vivía en una dulce inconsciencia. La ciudad no existía para él. Le parecían fantasmas todos los que le rodeaban; su madre y Remedios eran como seres invisibles a cuyas palabras contestaba sin tomarse el trabajo de levantar la cabeza para verlas.
El amable doctor, después de escucharla atentamente, la respondió muy risueño que estaba enteramente conforme con su parecer. Entonces añadió la marquesa que ella sabía de una provincia española donde se hallaban ambos remedios, y a muy corta distancia el uno del otro.
Los dos enfermos quedaron en sus camas, comentando la energía física de Melchor, mientras Baldomero se disponía a aplicarles los remedios de circunstancias, estimulándoles también a levantarse y hacer un poco de ejercicio. ¡Pero no a caballo! contestaban.
Guillermina tuvo más suerte o puso en ejecución mejores medios, porque logró hacerle beber algo de aquel eficaz medicamento. Hubo gran barullo, aplicación precipitada de remedios diferentes, externos e internos.
Lubimoff sonrió al principio del tono de ironía y desengaño con que hablaba ella. Sí; eran muy viejos. Los grandes remedios, útiles para la mayoría de la humanidad, no obtenían ninguna influencia sobre ellos, que estaban como anestesiados por la hartura y el cansancio... De pronto, un deseo indiscreto conmovió al príncipe.
»Alborotáronse todos con el desmayo de Luscinda, y, desabrochándole su madre el pecho para que le diese el aire, se descubrió en él un papel cerrado, que don Fernando tomó luego y se le puso a leer a la luz de una de las hachas; y, en acabando de leerle, se sentó en una silla y se puso la mano en la mejilla, con muestras de hombre muy pensativo, sin acudir a los remedios que a su esposa se hacían para que del desmayo volviese.
Nazaria le preguntó por los remedios que para tan atroz dolencia habían descubierto las facultades, y Gracián, con apariencias de no creer mucho en ellos, habló de varios, tales como friegas, infusiones teínas y revulsivos. El mejor antídoto contra el mal era, a su juicio, el valor y el desprecio del mal mismo.
Y pienso, para hallar estos negros remedios, que me era luz la hambre, pues dicen que el ingenio con ella se avisa, y al contrario con la hartura, y así era por cierto en mí.
El cielo De ese modo, yo recelo morir deste mal estraño, pues se aumentan en mi daño, amor, fortuna y el cielo. ¿Quién mejorará mi suerte? La muerte. Y el bien de amor, ¿quién le alcanza? Mudanza. Y sus males, ¿quién los cura? Locura. De ese modo, no es cordura querer curar la pasión cuando los remedios son muerte, mudanza y locura.
Discretamente se compara este Escritor al Alquimista, que buscando vanamente el remedio universal, halla con sus maniobras otros remedios, que se le ofrecen sin pensar en ello, los quales, sin tener conexîon con el objeto principal, si se aplican debidamente, pueden ser de alguna utilidad. Mr.
Palabra del Dia
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