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Actualizado: 23 de julio de 2025


Yo le buscaré un machi que la ponga buena, niña, sacándole esa tristeza que le han dado los ayacuyás. ¡Pero que no lo sepa el patrón!... Celinda sonreía de los remedios propuestos por la madre de Cachafaz, y cuando se cansaba de permanecer encerrada en la estancia iba en busca de su caballo para correr el campo sin objeto. Ya no se vestía de muchacho.

No se toman remedios, sino se toman, por decirlo así, las virtualidades, el espíritu, la sombra vaporosa de los remedios. ¿Quién sabe si dentro de poco se inventarán también alimentos homeopáticos, de que ya son precursores el extracto de carne de Liebig y la Revalenta, y nos nutriremos con la virtualidad o la esencia eléctrica e imponderable de los pavos y de los jamones, en vez de nutrirnos del modo vulgar y grosero que ahora se usa?

Además, doña Bernarda llevaba a Remedios a la suya con frecuencia, y rara era la tarde que al entrar en su casa Rafael no encontraba a aquella muchacha tímida, torpe y de una belleza insignificante, vestida con trajes que aprisionaban cruelmente su soltura de chicuela criada en los huertos, transformada rápidamente en señorita por la buena suerte del padre.

El convento no solamente sintetiza en Filipinas, la ciencia y el arte, sino que también el laboratorio, la enfermería y la granja-modelo. Sabido es cuan escaso es el personal de médicos y cuántas provincias están entregadas á la virtud de sus plantas, á la tradición de sus remedios y á los ungüentos y recetas del convento.

Ya sabía de quién hablaba su madre; de Remedios, la hija del más rico de la ciudad, un rústico de suerte loca que inundaba de naranja los mercados de Inglaterra, ganando por instinto, a despecho de todas las combinaciones comerciales.

Nuestra venganza ya no pide remedios tan cautos y dudosos, ni á nosostros nos conviene el dilatar la guerra por ser poca antes de ser menos; ejecutemos la ira. Aventurese en un trance y peligro nuestra vida; y así mi último parecer es, de que salgamos en campaña, y debemos la batalla á los que tenemos delante.

Deseaba ir allá, pero no podía. Estaba a su lado don Matías, el afortunado exportador de naranja, aquel ricachón cuya hija Remedios pasaba el día junto a su madre como discípula sumisa. Aquel señor, de palabra pesada y tardo pensamiento, enmarañábale en su charla sobre el comercio de la naranja.

Seguramente le había visto de lejos hablando y riendo con Leonora. Pronto sabría su madre el encuentro. Aquella muchacha parecía mirarle como cosa suya, y su gesto de mal humor era ya el de la esposa que se prepara para una escena, de celos a puerta cerrada. Como si le amagase un peligro se despidió de don Matías y sus amigos y evitando un nuevo encuentro con Remedios, salió del mercado.

Concédame el cielo que sea á un mundo mejor, porque, en verdad, apenas creo que podré permanecer entre mis feligreses las rápidas estaciones de otro año. Y en cuanto á vuestras medicinas, buen señor, en el estado actual de mi cuerpo, no las necesito. Mucho me alegro de oírlo, respondió el médico. Pudiera ser que mis remedios, administrados tanto tiempo en vano, empezaran ahora á surtir efecto.

De otros antiguos relojes de Sevilla he de recordar también el de la Audiencia, el del Oratorio de San Felipe Neri, el del convento de los Remedios, el de los Jerónimos, que ya no existen, el de La Cartuja y el de San Agustín, que se estrenó en 27 de Junio de 1749.

Palabra del Dia

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