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Allí se pasaban ratos muy deliciosos, pues nunca faltaba entre raja y raja de melón su poquito de baile y cante, desatándose las lenguas y reinando la algazara y el regocijo.

Encerrado allí de nuevo y en su cáscara erizada, en el pequeño nido que casi siempre encuentra empezado, concéntrase en mismo, en su regocijo solitario de seguridad benéfica. Que ronden mil enemigos por afuera, que las olas truenen ó mujan, todo esto le sirve de recreo.

La bella esposa del anfitrión no se cansaba de decir y hacer travesuras, de tal modo que el regocijo no decaía un instante. Mas ¡ay! aquella nube sombría, temerosa, que había cruzado sobre la mesa no mucho antes, el viento de la fatalidad la empujó de nuevo hacia ella. El helado que sirvieron al terminar la comida era de avellana. A Elena no le gustaba el helado de avellana.

Mis amos gustaron de que les llevase siempre el vademecum, lo que hice de muy buena voluntad; con lo cual tenía una vida de rey, y aun mejor, porque era descansada, a causa que los estudiantes dieron en burlarse conmigo, y domestiquéme con ellos de tal manera, que me metían la mano en la boca y los más chiquillos subían sobre ; arrojaban los bonetes o sombreros, y yo se los volvía a la mano limpiamente y con muestras de grande regocijo.

Así soy, así me he vuelto en estos últimos años, y aunque tu amor y tu cariño alegran mi existencia; aunque eres para mi alma desmayada luz y regocijo, en ciertos momentos se entenebrece mi alma y me complazco en alimentar mi pena, hundiéndome voluntariamente en la tristeza.

Leopoldina hizo una mueca y replicó: Pues, entonces... ¿verde y con asa?... ¡Alcarraza! concluyó la duquesa. Y las dos se echaron a reír con inocente regocijo.

Las niñas de Sobrado y García, locas de regocijo, se asieron de las manos, y empezaron a bailar en rueda, con las trenzas flotantes y volanderas las enaguas. Nisita, igualitaria como nadie, cogió el parvulillo de dos años y lo metió en el corro, donde la pobre criatura hubo de danzar mal de su grado, soltando a cada paso sus holgadas babuchas. Borrén, por hacer algo, jaleó a las bailadoras.

La protección de quien quiso dispensársela, y su buena fortuna, le empujaron de tal suene, que a los cincuenta años llegó Acolín a canónigo de una basílica, y veinticuatro meses después era preconizado obispo, con gran regocijo suyo y de su ama de gobierno.

Aunque, si bien se considera, así á los unos, como á los otros, solo de risa les quedamos deudores; á estos de la legítima de regocijo, i á aquellos de la bastarda del desprecioEste es el mismo escritor que, en el tomo IV, pág. 198, se llama por equivocación sólo Manuel.

Podían jugar con un regocijo gimnástico de adolescentes por aquellos jardines que envidiaban los curiosos pegados á la verja; podían romper en sus carreras las plantas raras traídas del otro lado del planeta, saltar de roca en roca en busca de los pececillos que dejaban las olas en los minúsculos lagos de las oquedades de la piedra, hasta que sus fracs quedasen bien mojados y sus zapatos rotos, para desesperación del coronel, que todos los días pasaba revista á su gente.