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Actualizado: 11 de junio de 2025


Ha dado ya la palabra, Que esto, hermano, es lo que siento, De ser turco, y este intento Con regalos siempre labra. Vesle, Francisco, á do asoma; Bizarro viene por cierto. Entra JUANICO, vestido como turco bizarro. Estos vestidos le han muerto: Que él, qué sabe de Mahoma? Vengais norabuena, Juan. No sabeis que ya me llamo: AURELIO. Cómo? Ansi como mi amo. En qué modo? Soliman.

Venal hasta la impudicia, recibía regalos de sus protegidos y el precio de su firma variaba según la ocasión y según el asunto: desde el portal hasta el desván, el pie tropezaba con objetos de arte, abandonados, oferta de la turba de ambiciosos agradecida.

La venganza que Mochi se reservó para hacer pagar a su discípula la infidelidad espontánea, que él mismo había provocado, pero que le dolía, fue dejarla ver que él lo sabía todo y que el Duque era su mejor amigo y protector. Los regalos que Serafina ocultaba no eran la mitad del provecho que de tales relaciones había sacado la compañía.

Sin contar lo que he dado en limosnas, pues esto bien empleado está, llevo gastado un dineral en propinas y en pagar, triple de lo que valían, regalos que estas gentes dieron en hacerme cuando corrió la voz de mi largueza.

¡Ah! ¡! recuerdo ese regalo. Yo había dado uno de esos lazos á doña Clara. Pues se conoce que estima en poco vuestros regalos doña Clara dijo el rey , cuando así los da á sus enamorados. ¡Pues si doña Clara no le ha dado á don Rodrigo! ¿Pero cómo le tenía don Rodrigo? La criada, á quien había sobornado don Rodrigo, había robado, por insinuación de éste, á su señora.

No baja lo que se gasta, en las más reducidas, del valor de 300 a 400 pesos; y de éstos los que disfrutan menos son los indios, a los que sólo se da carne en abundancia esos días, y algún corto regalillo que se les distribuye; pero para los religiosos, administradores y otros españoles que concurren, como también para el gobernador o tenientes, si asisten, hay abundantes y exquisitas comidas, y regalos llamados tupambaes.

Hablaba con entusiasmo de pobres costurerillas de Madrid que, bajo sus indicaciones, hacían prodigios en el arreglo de ropas y sombreros. Las joyas vistosas, primeros regalos con que el marido había domado sus esquiveces de jovenzuela, sólo se mostraban de tarde en tarde, después de misteriosos cautiverios en poder de prestamistas. Algunas habían desaparecido para siempre.

¡Ah! ¿El general, por lo visto, te hace muchos regalos? dijo la de Alcudia con leve expresión irónica que su amiga no entendió. ; es muy bueno, siempre nos trae regalos. A mi hermanito le ha comprado una medalla preciosa. ¿Y a tu mamá no le hace regalos? También. ¿Y qué dice tu papá? ¿Mi papá? exclamó la niña levantando los ojos con sorpresa , ¿qué ha de decir?

La mamá y las niñas volvieron al comedor y dieron vuelta a la mesa, leyendo las tarjetas que acompañaban a los regalos. Allí estaba la del tío don Juan. Siempre el mismo. El muy tacaño, a pesar de sus millones, se había contentado con media docena de pasteles: total, tres pesetas. No se arruinaría.

Los dos criados de gesto imponente habían ido á incorporarse á sus regimientos, y la mayor sorpresa que les reservó la declaración de guerra fué la bondad repentina del amo, la abundancia de regalos á su despedida, el cuidado paternal con que vigilaba sus preparativos de viaje. El temible don Marcelo los abrazó con los ojos húmedos.

Palabra del Dia

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