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Actualizado: 7 de junio de 2025
Abu Hafáz los dirigía y capitaneaba. Esto fue al día siguiente del secuestro de Gláfira. La guardia del rey y los demás armados de la guarnición fueron dos o tres veces vencidos y rechazados, teniendo que refugiarse en el alcázar. La muchedumbre le sitiaba y se aprestaba a dar el asalto, Alhakem receló que aquello iba a ser el fin de su reinado y de su vida.
Su indignación estalló de tal manera fragorosa, que el pobre Mario corrió a refugiarse en su cuarto, donde lloró con abundantes lágrimas la ruina de sus ilusiones artísticas. Mal que bien y a trompicones terminó la carrera de leyes. Pero, ocultándose cuidadosamente de su padre, seguía modelando en casa de un amigo que le facilitaba para ello su estudio.
Por fin, al cabo de una hora, comenzaron a notarse en la falda de Monte-Dalarza puntos negros e inquietos que semejaban hormiguero turbado: eran voluntarios carlistas que, viendo destruidas las trincheras bajas, subían apresuradamente a refugiarse en las altas.
Hablo de la multitad de judíos portugueses, que huyendo de la Inquisición fueron casi todos á refugiarse á Amsterdam y en otras ciudades de Holanda y Francia, donde escribieron en castellano poesías, novela, filosofía, religión, política y otras ciencias.
Febrer acogió sonriendo estas palabras del muchacho. ¿Adonde había ido a refugiarse la poesía?... Luego le preguntó si trabajaba, y el atlot contestó negativamente. No querían sus padres: un médico de la ciudad le había visto un día de mercado, aconsejando a su familia que le evitase toda fatiga.
Subió rápidamente la escalera y fué a refugiarse a su cuarto, donde se dejó caer sobre una silla, y escondió la cabeza entre las manos. ¿Quién era ese hombre vestido de negro? Probablemente un médico. ¿Qué iba a hacer a Orsdael, donde nadie estaba enfermo? ¿Por qué tenía que quedar solo con Elena? ¡La casa de sanidad!
En el momento de bajar a tierra, la pobre niña, con la alegría expansiva de la llegada, vino corriendo, tomada de mi mano a buscar el turpial... El pobre animal agonizaba; medio asado por el calor de la caldera, había tenido el instinto de refugiarse dentro del receptáculo del agua que todas las mañanas se le colocaba en la jaula.
Quedaron silenciosos largo rato, con las manos cogidas, mirando al obscuro y rumoroso jardín. Arriba continuaba la lamentación del genio ante la vida que se extingue. Sagrario se apoyaba en Gabriel, como si le faltasen las fuerzas y, medrosa ante la felicidad, quisiera refugiarse dentro de él.
No bastaba la fuerza de sufrir en silencio, ni el refugiarse en la vida interior; necesitaba del mundo, un asilo. Sabía que estaba muy pobre. Su padre, pocos meses antes de morir, había vendido a vil precio a sus hermanas el palacio de Vetusta. Aquel era el último resto de su herencia. El producto de tan mala venta había servido para pagar deudas antiguas. Pero quedaban otras.
La oscuridad que se deje sobre esto, puede tener consecuencias mas tristes en el espíritu de la ciencia que lo que á primera vista aparece.» El doctor Bossu dice por su parte : «¿Es necesario refugiarse con Mr. Velpeau en la singularidad de los efectos de las pequeñas dósis de los medicamentos sobre el organismo?
Palabra del Dia
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