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Con esta reflexión me siento inclinado a perdonar las apostasías; pero, como mi espíritu es una perpetua contradicción, reflexiono en seguida otra cosa y condeno duramente a los apóstatas y volubles. Los sospecho de interesados y de tunantes. Recelo que no cambian de buena fe, sino porque quieren estar encima y hacer su agosto. En fin, ¿para qué hablar más? Soy incapaz para la política.

Reflexionó Maltrana un buen rato para reunir sus recuerdos. Y de los ricos de América creo haber terminado la lista. Pero aún viene gente más interesante. Un obispo italiano que viaja a expensas de una familia acomodada. Son gentes establecidas de antiguo en un barrio de allá que llaman la Boca.

Cuando se hubo alejado de casa de la generala, cerca ya de la orilla donde Úrsula le aguardaba con su esquife, echó una mirada al ramo que llevaba en la mano, reflexionó que era grande y molesto para llevar a la iglesia, y diciendo: ¡A dónde voy yo con esta carga de hierba! lo arrojó al suelo, y siguió rápidamente su camino sin más pensar en él.

Aún intentó un esfuerzo para dominar situación tan penosa, y echando miradas de alarma a la vidriera de su alcoba, dijo: «Pero usted... no reflexiona... que...». No pudo concluir esta frase trivial. La otra, que siendo cifra de todas las debilidades humanas, parecía más fuerte que la gran doctora y santa, se permitió sonreír oyéndola. «¿Y qué saco de reflexionar? Mientras más reflexiono peor».

A fuerza de leerla, adivinó que se trataba de su hija, se encogió de hombros y se dijo sin acortar el paso: Ese Le Bris es siempre el mismo. Yo no qué tiene contra mi hija. La prueba de que no está para morir, es que se encuentra bien. No obstante, reflexionó que el doctor podía muy bien decir verdad. Esta idea le produjo terror.

Dieciocho pequeños volúmenes encuadernados en cartón de diversos colores están esparcidos junto a sobre la alfombra; tan pronto entreabro y leo aquel o el de más allá, reflexiono sobre las fechas del principio y el fin de cada uno sin cansarme de leer y releer, llorando o sonriendo tristemente. Uno de ellos contiene EL MANUSCRITO DE MI MADRE.

Miró sin pestañear a Fortunata, y cogiéndole una mano, le dijo con voz temblorosa: «Si usted me quiere querer, yo... la querré más que a mi vida». Fortunata le miró también a él, sorprendida. Le parecía imposible que el bicho raro se expresase así... Vio en sus ojos una lealtad y una honradez que la dejaron pasmada. Después reflexionó un instante, tratando de apoyarse en un juicio pesimista.

La he visto mucho a la señorita Bettina desde que llegó a Longueval. ¡Pues bien! ahora reflexiono, antes no me asombraba, me parecía tan natural que se interesasen por ti, pero en fin, ella no hablaba sino de ti, siempre, siempre de ti. ¿De ? , y de tu padre y de tu madre.

Pero para ello es preciso que la lleve al curso de CocinaMi esposo reflexionó y pensó: «¡Puedo dejarla bajo la vigilancia de su cocinera! ¡Mi honor está seguro...!» Y me permitió salir con ella. ¡Aquí, donde me ves, vengo del curso de Cocina...! LINE. No es un suplicio. Es, por el contrario, una cosa muy divertida.

Reflexionó un instante y dijo: Apenas quince años. Su madre ha muerto. Es una triste historia, mi querido amigo... La pobre mujer estaba ya muy enferma cuando me casé con ella en Quimper... ¡Ha sido usted casado! exclamé en el colmo del asombro.