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Actualizado: 6 de mayo de 2025
No fué todo esto mas que una ilusion; pero una ilusion funesta. No era posible, no lo es, no lo será nunca cambiar el aspecto eminentemente oriental de esta mezquita. La cruz del Redentor brillará siempre alli medio amortiguada por los vivos reflejos del mahometismo; el viajero oirá con asombro bajo aquellas bóvedas los cantos de la Iglesia.
El reverendo Fray José de Valdivielso, en su Poema de San José, no acierta a concebir que el Santo, padre putativo de Nuestro Divino Redentor, y descendiente de reyes, pudiese ser pobre y vivir de un oficio mecánico: así es que asegura que San José era carpintero por distracción, y no para ganarse la vida: Pues debió de tener juros reales, Cual descendiente de señores tales.
Fué uno de ellos herido en el vientre, y la punta de la flecha le dañó las entrañas; el cual con gran trabajo le condujeron á casa en brazos ajenos, y postrado en la cama por mucho tiempo, hasta que no le quedó más que la piel sobre los huesos, perdida la esperanza de sanar trató un Misionero de disponerle para morir, diciéndole que perdonase á sus enemigos y se tuviese por dichoso en dar su vida por llevar á otros la luz del Evangelio, que imitase á su buen Redentor que por sus enemigos pidió perdón á su Eterno Padre, amándoles con amor infinito, en recompensa de las injurias recibidas.
Hacía ya tiempo que sostenía una lucha sorda, pero terrible, con Pérez, otro concejal no menos ambicioso, para obtener este puesto, en el cual sus grandes dotes de innovador podrían brillar espléndidamente. El Retiro, Recoletos, la Castellana, el Campo del Moro esperaban un redentor que les diese nueva y deslumbrante vida, y este redentor no podía ser otro que Maldonado.
4 Nuestro Redentor, el SE
De aquí tomó pie el redentor para hablar de lo mucho que comía su hermano Nicolás. Esto desilusionó un poco a Fortunata, que se quedó como lela, mirando a su amante, y deteniendo el tenedor a poca distancia de la boca.
Salió a abrir con la peineta en una mano y la toalla por los hombros. Era el redentor, que entró muy contento y le dijo que acabara de peinarse. Como faltaba tan poco, pronto quedó todo hecho. Maximiliano la elogió por su resolución de no tomar peinadoras. ¿Por qué las mujeres no se han de peinar solas? La que no sabe que aprenda. Eso mismo decía Fortunata.
Sólo al reflejarse en las joyas que yacían a los pies del Redentor lanzaba hermosos y fugaces destellos. El silencio en aquellas horas era absoluto: ni aun el viento dejaba oír su voz plañidera en las ventanas. Respirábase en el cuarto una atmósfera de misterio y recogimiento que enajenaba a María y la penetraba de un placer embriagador.
La Humanidad confiesa su culpa, pero espera la llegada del prometido Redentor, que ha de rescatarla del cautiverio del pecado. Encolerízase entonces Lucifer; huella con sus plantas el pecho de la cautiva, y ordena que la lleven á una obscura prisión; pero aquélla le anuncia que en breve uno, más poderoso, acabará con el imperio del infierno.
Tanta piedad podía llegar a ser una desgracia para él, porque si Fortunata se entusiasmaba mucho con la religión y se volvía santa de veras, y no quería más cuentas con el mundo, sino quedarse allí encerradita adorando la custodia durante todo el resto de sus días... ¡Oh!, esta idea sofocó tanto al pobre redentor, que se puso rojo.
Palabra del Dia
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