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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Tienen algunos vislumbres de la predicación del apóstol Santo Thomé, que publicó en estas provincias el Evangelio y también tienen alguna confusa noticia de la venida del Redentor al mundo. Creen, por tradición de sus mayores, que en los siglos pasados, una bellísima señora, concibió un hermoso niño sin obra de varón.
Prescindimos de las fiestas conmemorativas de los santos y mártires, que sin tener una influencia capital en las bases del dogma cristiano, fueron intercaladas más pronto ó más tarde en aquel ciclo primitivo, y sólo nos atenemos á las últimas, consagradas á recordar la vida y muerte del Redentor.
Entonces, sin poder resistir á mis ideas, dije en alta voz: y aquello es más que esto; la iglesia cristiana es más que el obelisco asiático; la caridad del Redentor del mundo es más que el misterio de Sesostris. Me dirigí al coche, al mismo tiempo que el cochero avanzaba hácia mí, porque habiéndome oído hablar, se imaginó que le llamaba, ó quizá que estaba maniático ó que me habia vuelto loco.
Por más prisa que se da el pobrecito, no puede llegar hasta el día 13. Viene jadeante, fatigado, los desnudos pies llenos de sangre por los picotazos de las zarzas. En el camino ha estado predicando á las aves y á los peces, y por eso no ha podido venir más pronto. Además, trae gran pesadumbre sobre sus manos, que sustentan un libro, y sobre el libro un divino Niño, que es el Redentor del mundo.
El Magistral continuó: «Confirmábase al fin de solemne modo la doctrina del cuarto Concilio de Constantinopla que dijo: Prima salus est rectae fidei regulam custodire; confirmábase la doctrina que los griegos profesaron con aprobación del segundo Concilio lionense, y se declaraba y definía, sacro approbante Concilio, que el Romano Pontífice, quum ex cathedra loquitur, goza plenamente, per assistentiam divinam, de aquella infalibilidad de que el Divino Redentor ha querido proveer a su Iglesia...».
No obstante, los sentaron á la mesa y les presentaron algunos regalos del país; mas concurriendo allí indios de otras tierras, los cercaron en forma de media luna, disparándoles una tempestad de flechas para hacerlos huir; los neófitos, sin hacer más que reparar los golpes, se retiraron con buen orden, y en medio de que muchos hacían instancia á los capitanes para responderles con las armas, venció la parte de los mejores, que, á imitación del Redentor, no quisieron volverles mal por mal; tres quedaron muertos; los otros, maltratados, se volvieron á la Reducción.
Todo esto podrá ser verdad; pero también lo es que, desde el año de 1776, en que salió a luz por vez primera el libro divino, salvador, redentor y pacificador, las guerras han sido tan frecuentes como siempre y mil veces más espantosas por los millones de hombres que en ellas miserablemente han perecido. Cuando no hay guerra, hay una cosa tan mala, tal vez peor que la guerra: la paz armada.
El Padre frai Juan de Pineda en su Monarquía eclesiástica, escribe lo siguiente: «Los judíos que en Toledo vivieron, no se hallaron en Jerusalen en tiempo de la pasion de nuestro Redentor, ni consintieron en ella.
Palabra del Dia
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