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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Pero, en fin, Giraud, ¿por qué es usted tan severo con ese joven que, según usted mismo confiesa, no ha hecho nada que justifique ese juicio? Es un instinto, señor, y eso no se discute. Hay en la calle de al lado un estanco al que yo iba todos los días, desde hace diez años, á comprar mi paquete de rapé.

Observábame con desconsuelo, y pasaba el tiempo en sorber narigadas de rapé, con olvido de todas las reglas del arte, y en tratar de adivinar mi secreto, para lo que empleaba maquiavélicos medios; pero yo era impenetrable.

El mismo clavel, doble, reventón y encarnado, con el rabillo tronchado al rape: el que se le había caído a Nieves de la boca y había recogido él... para volverle a tirar porque a Nieves ya no le servía... Este era el caso. Recogido el clavel, y después de contemplarle mucho, y hasta de examinar la huella de los dientecitos de la sevillana, le olió con avidez.

Apeose de ella un hombre de cabello escaso, gris y cortado al rape, pequeño, nervioso con todo el exterior, la fisonomía, la madurez y la previsión de un hombre poco ordinario y preocupado de asuntos graves hasta en viaje. Perfectamente vestido, por otra parte, su aspecto revelaba costumbres elevadas de situación, de mundo y de rango.

Su caja de tabaco, que él mostraba de continuo, pues no cesaba de tomar rapé, era un primor artístico, por los esmaltes y las piedras preciosas que le servían de adorno.

Poco a poco fui acercándome a la puerta de Jerez, y me encontré, cuando menos lo pensaba, frente al vasto y suntuoso edificio alzado por Felipe III para la confección del rapé. Di bastantes paseos por delante de él. Al cabo, me resolví a franquear la verja, y me acerqué a una de las puertas. ¿El señor administrador? pregunté a un hombre que me pareció portero.

Observo, señora condesa, que pasa con esa como con las otras hizo observar tranquilamente el notario tomando un polvo de rapé; siempre las echa usted de menos cuando se han marchado, y tiene usted razón. Permítame usted no ser absolutamente de su opinión dijo tímidamente el cura; esa joven, seguramente apreciable, tenía un defecto capital para una familia católica: su herejía.

Desaparecían de golpe las hirsutas melenas y las barbas patriarcales. Cráneos redondos con la sombra azulada del pelo cortado al rape, mandíbulas salientes ostentando aún las erosiones de una afeitada rápida, mostrábanse en el mismo lugar ocupado antes por barbudos personajes de trágico aspecto.

Y cuando hubo saboreado lentamente un polvo de rapé, como para tomarse tiempo de reunir sus recuerdos, el señor Baraton prosiguió en esta forma: ¿Quién de ustedes ha conocido aquí a la pequeña Judit? Miráronse, y ni los abonados más antiguos de la orquesta pudieron responder.

Al través de los sucios vidrios, barnizados de polvo de rapé, que se había ido depositando lentamente, y en cuyos ángulos trabajaban muy a su sabor las arañas, se divisaba la concha de la bahía, el cielo y la lejana costa.

Palabra del Dia

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