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Actualizado: 9 de mayo de 2025


11 Te di rey en mi furor, y lo quité en mi ira. 13 Dolores de mujer de parto le vendrán; es un hijo ignorante, porque ya hace tiempo que no debería detenerse al punto mismo de nacer. 14 De la mano del sepulcro los redimiré, de la muerte los libraré. Oh muerte, yo seré tu mortandad; y seré tu destrucción, oh sepulcro; arrepentimiento será escondido de mis ojos.

Manda decir a vuestra merced que prosiga su viaje, e se quite las barbas, e camine mucho, mucho, ocultando su nombre. Luego, bajando los párpados y ruborizándose bajo el polvo blanquecino que velaba su rostro, agregó que ella venía a ponerse a su servicio y que estaba dispuesta a seguirle como paje, adondequiera que fuese.

Miróle el fondista extrañado, con ira casi, y contestó con toda la brusca hombría de bien del genuino guipuzcoano: ¡Quite usted, caballero, allá!... ¿Usar eso en Guipúzcoa?... ¡Nunca!... Diógenes dio un suspiro de descanso y se echó a llorar.

¿Y qué quiere usted? gritó Maltrana con tono agresivo . ¿Que los quite, para darles gusto a ese remendón que le explota a usted y al cura loco que le aconseja? No; guárdelos, si ese es su deseo dijo el «santo» con mansedumbre . Usted y yo no debemos vivir juntos.

¡Oh! ¡Costa!... ¡Buen muchacho!...No cabe duda que tiene felices disposiciones. Cuando se le quite ese encogimiento natural del que principia será un verdadero artista. Hay algunos pormenores en su grupo dignos de llamar la atención... ¿Pero ha visto usted el Titiritero de Suárez? ¡Qué admirable! ¿verdad? ¡Qué expresión! Es la obra de un maestro.

Me lo quité y poniéndolo en el dedo de Flavia, le indiqué con un ademán que me permitiese retirarme. Comprendió, y apartándose un tanto me miró con los ojos llenos de lágrimas. Lleva puesto ese anillo aunque uses otro cuando seas Reina le dije. Use o no otros, llevaré éste mientras viva y aun después de muerta dijo besándolo.

Yo tenía diez y ocho años, un morrión con un águila de cobre, que le quité á un muerto, y un fusil más grande que yo. ¡Y el Flaire!... ¡Qué hombre! Ahora hablan del general tal y del cual. ¡Mentira, todo mentira! ¡Donde estaba el padre Nevot no podía existir otro! Había que verlo con el hábito arremangado, sobre su jaca, con sable corvo y pistolas. ¡Lo que corríamos!

He suplicado a San José que te quite de la cabeza todo lo que pueda parecerse a una idea fija. Si no hubiéramos estado en medio de la calle, la abuela me hubiera tirado de las orejas; pero no pudiendo administrarme su castigo favorito, se contentó con sonreír con indulgencia. En esto nos encontramos de manos a boca a una charlatana, a la que la abuela recibe sin quererla mucho, la señora Siberot.

Poco a poco fue tomando el dolor de Segismundo acentos más tranquilos, y sentado a la cabecera del lecho mortuorio, habló con la santa de un asunto que necesariamente y por la fuerza de la realidad se imponía. «¡Ah!, no señora; dispense usted. Los gastos del entierro los pago yo. Quiero tener esa satisfacción. No me la quite usted, por Dios...».

Mas esta, veloz como el rayo, abrió de un solo golpe la ventana de cristales, y echando fuera el busto entero y la mano en que tenía las cartas, gritó con gran fuerza: ¡Monina!... ¡Que te vas a caer!... No saltes más... Mademoiselle, quite usted a la niña la cuerda...

Palabra del Dia

bagani

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