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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Las paredes inmóviles, firmes, de un espesor considerable a juzgar por los profundos quicios de puertas y ventanas, estaban prontas a animarse igualmente a impulsos de esta vida misteriosa.
Y con esto, los que no son reyes procuran ser virtuosos para serlo, y los que lo son, pugnan serlo más para no dejar de ser reyes; con esto se cortan las alas a la ambición, se atierra la codicia, y aunque la hipocresía suele andar lista, a largo andar se le cae la máscara y queda sin el alcanzado premio; con esto los pueblos viven quietos, campea la justicia y resplandece la misericordia, despáchanse con brevedad los memoriales de los pobres, y los que dan los ricos, no por serlo son mejor despachados; no agobian la vara de la justicia las dádivas ni la carne y sangre de los parentescos: todas las negociaciones guardan sus puntos y andan en sus quicios; finalmente, reino es donde se vive sin temor de los insolentes y donde cada uno goza lo que es suyo.
Si con estas esperanzas y aditamentos vos, Sancho, gustáis de volver a servirme, sea en buena hora: que pensar que yo he de sacar de sus términos y quicios la antigua usanza de la caballería andante es pensar en lo escusado.
Tal es la obra que nos queda por realizar en la República Argentina. Puede ser que tantos bienes no se obtengan de pronto, y que después de una subversión tan radical como la que ha obrado Rosas, cueste todavía un año o más de oscilaciones el hacer entrar a la sociedad en sus verdaderos quicios.
Allí vide las fuerzas derribadas, Las torres y los altos edificios; Allí vide las casas derrocadas, Y sacadas las puertas de los quicios: Por madera en el fuego son quemadas, Y tuvieron por grandes beneficios Los que enhiestas en pié hallan sus casas, Porque las mas estaban hechas brasas.
En fin, que podía dar juego todavía el programa del sabio Maravillas. El pobre don Adrián no había salido aún de su espanto. Leto, después del desahogo que se había dado a todo su gusto sobre Maravillas y sus defensores, estaba ya tan sereno y en sus quicios ordinarios; a él, a don Claudio, con verle bastaba.
17 Dos quicios tendrá cada tabla, trabadas la una con la otra; así harás todas las tablas del tabernáculo. 18 Harás, pues, las tablas del tabernáculo: veinte tablas al lado del mediodía, al austro. 21 y sus cuarenta basas de plata: dos basas debajo de una tabla, y dos basas debajo de la otra tabla. 22 Y para el lado del tabernáculo, al occidente, harás seis tablas.
El corazón, fuera de sus quicios, me aporreaba el pecho, y sus golpes me parecían llamadas de medroso desamparado; sentíalos repercutir en lo más profundo de mi cabeza, y llamaradas de fiebre subían a caldearme las mejillas; estremecíanse todas las fibras de mi cuerpo, y veladuras fantásticas iban turbando la clara luz de mis ojos, al compás de los latidos del corazón.
16 Y juntó las cinco cortinas de por sí, y las seis cortinas aparte. 18 Hizo también cincuenta corchetes de bronce para juntar la tienda, de modo que fuese una. 21 La longitud de cada tabla de diez codos, y de codo y medio la anchura. 22 Cada tabla tenía dos quicios enclavijados el uno delante del otro; así hizo todas las tablas del tabernáculo.
Me fijé más aún, me fijé con el tenaz ahinco de una curiosidad entre novelesca y compasiva, entre parisiense y cristiana, y llegué á distinguir que aquella mujer tenia apoyado el codo derecho sobre uno de los quicios de las maderas, mientras que dejaba caer el rostro hácia adelante con un descuido tal, que su aliento empañaba los cristales.
Palabra del Dia
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