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Actualizado: 25 de junio de 2025
Tú sírveme bien, y no te importe lo demás. Toma, para ti. La propina fue respetable. Me paece a mí que me está usted metiendo en un berenjenal. A ver si usted se come el queso y yo pierdo el pan. Yo lo remediaría. Otra cosa. Por lo que pueda ocurrir, es indispensable que me digas dónde vivís.
Grande es la tirada de aquí á Corvalle, sobre todo para vos y ya casi de noche. Pero aquí tenéis un poco de pan y queso y también algunos sueldos para que con ellos completéis vuestra cena en el primer mesón. Á Dios quedad.
Andrés asió de su pan y queso, y, viendo que nadie le daba otra cosa, abajó su cabeza y tomó el camino en las manos, como suele decirse.
Levantóse renegando Melchor, acabó de tragarse los dos últimos bocados de pan y queso, bebió agua, se limpió la boca con el revés de la mano, tomó su capa y su sombrero, y dijo á su mujer. ¿Conque á casa del señor Gabriel Cornejo? Sí; él os dirá, señor, cuánto puede dárseos por esta alhaja. Muchas gracias, señora, y adiós, y quedad en paz, que estoy de prisa. Melchor y don Juan salieron.
Al quedar solo el príncipe, se borran poco á poco de sus ojos el vaso que tiene delante, las mesas inmediatas, el gentío sentado en torno del «queso». Su visión se contrae y se hunde, para contemplar otras imágenes que guarda su memoria. Llegó en la mañana á Monte-Carlo. Sólo van transcurridas unas horas, ¡y ha visto tanto!...
¿Tendremos tangerinas?... Ciruelas de Burdeos. Eso es caro; pero yo lo sacaré barato. Regatearemos, sí señora; regatearemos. El queso de Italia, la cabeza de jabalí y las salchichas de Bolonia me gustan. Todo eso, traído al por mayor, puede obtenerse... en buenas condiciones. No tomaremos Champagne. Es muy caro. Veremos si hallo una partida..., pues..., en buenas condiciones».
Rióse el lacayo, desenvainó su calabaza, desalforjó sus rajas, y, sacando un panecillo, él y Sancho se sentaron sobre la yerba verde, y en buena paz compaña despabilaron y dieron fondo con todo el repuesto de las alforjas, con tan buenos alientos, que lamieron el pliego de las cartas, sólo porque olía a queso. Dijo Tosilos a Sancho: -Sin duda este tu amo, Sancho amigo, debe de ser un loco.
Ramón echaba vino en un vaso que iba corriendo de mano en mano; el queso fué distribuido, y el pan desapareció en poco tiempo. Lázaro no se mostraba parco en comer, porque la verdad era que tenía buen apetito y se sentía desfallecer por momentos. Vamos, Ramoncillo dijo el Doctrino léenos un poco de esa tragedia para llorar, que llamas Petra. ¿Qué Petra ni Petra? replicó el poeta.
Y con las dos peludas manos apretaba Robinsón con efusión paternal la mano de Currita. Lo sé, Butrón, lo sé, y por eso acudí a usted al punto dijo ella más sosegada . ¡Pero es horrible, horrible!... ¡Figúrese usted que todo lo que decían de mi nombramiento de camarera es cierto!... ¿Cierto? exclamó Butrón como si se le atragantase en el esófago el queso que antes parecía tragarse.
Según: me contestó: diez cuartos, doce, dos reales. Antes se ganaba más; pero ahora... hay muchos traperos y pocos trapos. ¿Y no tienes más oficio que éste? No señor. ¿Y con diez cuartos te mantienes? Como pan unos días, y otros pan y queso. Además, la señora Adela gana otro tanto. ¡La señora Adela!
Palabra del Dia
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