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Actualizado: 25 de junio de 2025


BOCADILLOS. Después de diluir en un poco de leche cien gramos de sémola fina y cien de harina de flor, se va echando, cuando va a empezar a hervir, un litro de leche; se sigue moviendo todo hasta que la pasta quede muy espesa; se retira del fuego y se agregan cien gramos de manteca de vaca y cincuenta de queso de Parma rallado, tres huevos y sal; se trabaja mucho junto al fuego y después se deja enfriar; se extiende sobre una mesa con el rodillo, se cortan redonditos, y en una lata engrasada se cuecen al horno, espolvoreándolos al sacar con azúcar y canela.

Soy el gran hechicero Meñique, y con una palabra que le diga a mi hacha te corta la cabeza. no sabes con quién estás hablando. ¡Quieto donde estás! Y el gigante se quedó quieto, con las manos a los lados, mientras Meñique abría su gran saco de cuero, y se puso a comer su queso y su pan. ¿Qué es eso blanco que comes? preguntó el gigante, que nunca había visto queso.

El bizcocho, base de la alimentación á bordo, fermentaba por efecto combinado del calor y la humedad de la bodega, aunque resistía mucho más que el tocino y pescado salados, el garbanzo y el queso, componentes de la ración. Así y todo, en circunstancias ordinarias la despachaban con buen ánimo: dejémosle contar al facecioso Salazar .

La García Gómez creyó reventar de dicha ante honra tan repentina, y miraba a todas partes, tan oronda y satisfecha entre aquellas dos grandes de España como la rata de la fábula en el queso de Holanda. María Valdivieso, con prudencia inusitada en ella, mordíase los labios para no soltar la risa.

Les trajeron la comida invariable de los fondines: sopa de hierbas, chuletas esparrilladas, secos alones de pollo, algún pescado recaliente, jamón frío en magrísimas lonjas, queso y frutas.

Cayó la granizada sobre los protestantes cuando menos se percataban de ello; un queso se aplanó sobre la faz del inglés, rompiéndole el monóculo; un gajo de cerezas despedido por el hermano de Guardiana se estrelló en la nuca del ministro, embadurnándosela lastimosamente. Al par que bombardeaban, denostaban las intrépidas muchachas al enemigo. Tomar, a ver si reventáis chillaba la Comadreja.

Mientras comía su mendrugo y el pedazo de queso, pensaba, con la incertidumbre de siempre, si se estaría apropiando un alimento que podía faltar a otros, y esto hizo que se fijase en el único que en toda la gañanía no se preocupaba de la cena. Era un jovenzuelo de cuerpo desmedrado, con un pañuelo rojo anudado al cuello y una camisa por todo abrigo sobre el pecho.

Al pasear sus ojos por la alegre y bien vestida muchedumbre que él destinaba á la esclavitud, vió á Alicia, sola y de pie, al borde de la acera del «queso», mirando al Casino. ¿Vas á entrar? dijo acercándose á ella. Se indignó la duquesa, como si le propusiera algo humillante, algo que no había hecho nunca. ¿Entrar ella en el Casino?...

Autoricéle para que se despachara a su gusto, y se satisfizo con medio pan de centeno y un cuarterón de queso ovejuno. Y fortuna fue para él que no se extendieran a más sus apetitos, porque hubiera jurado yo que no había otra cosa de mayor regalo en aquella desmantelada venta.

Acabado el servicio de carne, tendieron sobre las zaleas gran cantidad de bellotas avellanadas, y juntamente pusieron un medio queso, más duro que si fuera hecho de argamasa.

Palabra del Dia

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