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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Si el recien venido tiene desconfianza de sus predecesores, si espera poder reformar la ciencia ó profesion, y hasta variarla radicalmente, al ménos ha de reflexionar, que es prudente enterarse de lo que han dicho los otros, que es temerario el empeño de crearlo todo por sí solo, y es exponerse á perder mucho tiempo, el no quererse aprovechar en nada de las fatigas ajenas.
Tambien en compañia fué ordenado Que saliese Garay que lo desea: Aquì tuvo principio, y ha probado En la guerra muy bien y en la pelea; Mas nunca supo ser considerado. Su tiempo le vendrá, cuando se lea El fin en que paró su desventura, Por quererse seguir por su locura.
Primero, del misterioso engranaje formado por las semejanzas y diferencias que existían en sus caracteres. En bondad de corazón y lucidez de inteligencia, eran iguales; de modo que podían quererse y estimarse. Segundo, en lo vario de sus genios, de suerte que mutuamente se buscaban, deseosas, por instinto, de hallar a sus facultades contraste y complemento.
Aún se conmovía recordando aquella noche en que lo vio llegar pálido como un muerto y chorreando sangre. Serían felices en su pobreza, sin tentar a Dios con nuevas aventuras que podían costarle la vida. ¿Para qué el dinero?... Lo que importa es quererse, Rafaé, y ya verás ¡cachito del arma! cuando estemos en Matanzuela, qué vidita tan dulce voy a darte...
¡Se quieran bien! ¡se quieran bien! repite ella con expresión de mofa. ¿Usted es de hielo, entonces, desde que para usted todo el amor consiste en quererse bien? Sea yo o no de hielo, el resultado es el mismo, desgraciadamente. Sí; usted tiene un corazón de oro dice ella, mirándome de reojo con un poco de coquetería; todo lo que usted piensa le sale de los labios francamente. También sé callarme.
»Yo dirigiré su casa, organizaré sus saraos, haré el papel de intendente y les descargaré del peso de todos los cuidados materiales que la vida social lleva consigo. »Sólo habrán de pensar en ser felices y en quererse... Ya es bastante ocupación, después de todo.
Y ni yo la tenía ni sabía quiénes eran. Comenzó el marido a quererse informar del parentesco por menudo. Yo, porque no me cogiese en mentira, hice que me salía de enojado, votando y jurando. Tuviéronme, diciendo que no se tratase más de ello. Yo, de rato en rato, salía muy al descuido con decir: ¡Joan de Madrid! ¡Burlando es la probanza que yo tengo suya!
Pues yo deseo más. Yo quiero darte criada y un cuarto mejor, y que vistas como una señora, y vayas al teatro, y algún día la gente te salude, y digan todos: «Ahí va la mujer de Isidro», y hasta en los periódicos se hable de «la bellísima señora de Maltrana». Feli rió como una niña. Pero ¡qué tonto!... ¡Qué cosas tan superficiales deseas! Lo que importa es quererse.
Los mejores del mundo. Pero la linda rubia no era de las que se callan por largo tiempo, y exclamó: ¡Sí, se quieren tanto como pueden quererse dos hombres que ambicionan el mismo trono y la misma mujer! Su madre le dirigió una mirada furibunda, pero aquellas palabras habían picado mi curiosidad; y antes de que la vieja pudiera reñirla, le pregunté: ¿Cómo es eso? ¿La misma mujer?
A las cuatro de la tarde llegó el piloto de la costa del mar, y habiendo examinado los tres uno y otro terreno, convenimos para en caso de quererse poblar, ser el mejor sitio donde tenian la reduccion los Jesuitas, el que se halla al ESE de la Sierra del Volcan, á 7 leguas de distancia: logra las ventajas de buen campo para siembras, y estancias, con buenas y abundantes aguas.
Palabra del Dia
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