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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Los chicos volvieron a enterarse con creciente interés de la salud de Barragán. ¿Cómo se encuentra, padre? No ha habido novedad, ya lo vemos. Está gordo, señor; está usted muy lúcido... Pero siéntese, padre, siéntese... No queremos que se moleste. ¿No ves qué gordo y qué florido está el padre? dijo Federiquito dirigiéndose a su hermano. Está brillante como un espejo.

No; nosotros deseamos conocer, como los hombres de otros tiempos, el vino y la guerra, los dos placeres divinos de los humanos; queremos vivir en un minuto todo un siglo de angustias y de orgullos.

Vale más que sean los que están medio muertos que no nosotros, que aun tenemos mucho que hacer. Los marineros del brick oían esta conversación y comenzaron a murmurar: No queremos abandonar a nuestros camaradas. Kernok paseó sobre ellos su mirada de águila, puso su hacha bajo el brazo, se cruzó las manos a la espalda y dijo con voz imperiosa: ¿Eh? vosotros... ¿no queréis...?

Ya está aquí... Gracias, señora Catana: bien que la culpa no es suya ni de la cocinera, sino de nuestro madrugón, inesperado en la cocina... ¡Ea! don Claudio, adentro con eso... No tienen mala traza esos bollos. Hombre, ¿qué tal se anda aquí de pan? Bastante bien, como de carne y de leche... y de confituras. Pues estamos como queremos... Si te digo, Nieves, que esto de Peleches es Jauja...

¿Dónde estás, Egan-suguia? dijo Mary . Ven, que queremos hablarte y darte las gracias porque nos prestas tu casa. ¡No aparece! Estará haciendo algún recado repliqué yo . Quizá se haya perdido por el monte o ande buscando un paraguas por las calles de Lúzaro. ¡Pobrecita! ¡En una cueva así debe tener mucho frío! Yo no creo que esa Egan-suguia sea tan mala como dicen.

Las mejores amigas de la pobre mujer, aquellas que la llamaban Margarita, habían sentido enfriarse su corazón en aquel departamento sin alfombras y sin fuego, y ya habían dejado de ir. Cuando se les hablaba de la duquesa, hacían su elogio, la compadecían sinceramente y decían: «Nos queremos como siempre, pero no nos vemos casi nunca. ¡Su marido tiene la culpa

La amenaza de una muerte inmediata da mayor sabor á los deleites presentes. Queremos la guerra, con sus acciones esforzadas y sus abnegaciones sublimes entre compañeros de armas; queremos la resurrección de las virtudes grandiosas y crueles que forman el heroísmo.

No te entiendo, no quiero. ¡Venimos a hacerte un favor, y nos sales con un sermón! ¡Queremos verte rico como nosotros, y nos contestas hablando de los demás, de la gente que no conoces, de esa humanidad que no te dio ni un mendrugo cuando vagabas como un perro...! Tendré que dirigirte como en nuestra juventud, cuando hacíamos la guerra.

Ademas que la duda llevada á su mayor exageracion no puede destruir un número considerable de hechos, que es preciso dar por ciertos, si no queremos luchar con el sentido comun. Así, uno de los primeros cuidados que deben tenerse en esta clase de estudios es distinguir lo que hay en ellos de absolutamente cierto.

Como el amor es aquel movimiento con que queremos un objeto, que, ó realmente es, ó á lo menos nos parece bueno y agradable; por esto no hay perfeccion, ni bondad que no tenga Lucinda, segun el juicio de Narciso. De suerte, que en siendo semejante pasion desordenada, suele pervertir de mil maneras al juicio; y nada es mas comun en las historias, que exemplos de hombres perdidos por el amor.

Palabra del Dia

ancona

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