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Frente a , con la cara roja como una amapola, con los ojos alzados, estaba una inglesa, algo como una nodriza o sirvienta de alguna familia inglesa de Bogotá; trabó en el acto conversación conmigo, y aunque yo, fastidiado, irritado en ese instante, no le contestaba una palabra, encontró medio de contarme que había hecho sola todo el camino de Bogotá a Bodegas porque, como los peones que la acompañaban lo causaban más aprensión que confianza, les daba plata para que se fueran a beber chicha o guarapo en todas las botillerías de la ruta, sistema cuyo resultado fue que quedasen tendidos en el camino.

Ya era la mitad de Diciembre y amenazaba el cielo inundar las campañas con las lluvias, que cerraban el camino para la vuelta; pero con todo eso, porque tantos trabajos no quedasen frustrados, quiso gastar otros ocho días en aquella empresa que tantos, y no más, parecían necesarios para llegar á las costas del Paraguay, como lo afirmaban algunos indios viejos, quienes por unas montañas fragosas que tenían delante, se acordaban del país, por donde cuando mozos anduvieron con sus paisanos para mover guerra á los Guarayos que viven á la ribera del río Paraguay.

Ya no vivían la vida del presente, con olvido del resto del mundo, como si la humanidad hubiera muerto, los continentes se hubiesen hundido y no quedasen sobre el planeta otras personas que este puñado de seres flotando sobre un arca de acero, sin tener que preocuparse de la comida, que encontraban siempre pronta, sin miedo a los compromisos sociales de un mundo lejano, con los apetitos en libertad y la conciencia soñolienta.

El débil P. Prior de Nuestra Señora del Valle, que no se atrevió á cortar con mano firme el inveterado abuso de que fue campeón el P. Procopio, resignó su cargo á causa de sus muchos años, y se retiró á pasar tranquilo en otro convento los que le quedasen de vida. Claro está que alguien había de sustituirle para que la comunidad no quedase convertida en un cuerpo acéfalo y disparatado.

Llegados a un bosquecillo no muy distante de la fortaleza, dispuse que nuestros tres acompañantes se quedasen allí con los caballos. Sarto tenía un silbato con el cual podía llamarlos en mi auxilio; pero hasta aquel momento nadie nos había visto ni aparecía señal de peligro. Yo tenía la esperanza de que Miguel siguiera desprevenido, creyéndome postrado todavía en el lecho.

Miranda y Perico se retiraron a la del lado, a asearse, y tácitamente, sin discusión alguna, se resolvió que enferma y enfermera se quedasen juntas, y los dos hombres ocupasen, juntos también, la cámara próxima.

Un gesto expresivo del Capellanet ayudó a su memoria. Un verro es un hombre cuyo valor no necesita probarse, pues tiene pudriendo tierra uno o varios ejemplos de la dureza de su mano o de lo certero de su puntería. Pepet, para que los suyos no quedasen por debajo del Ferrer, volvió a recordar a su abuelo. También había sido verro, pero los antiguos sabían hacer mejor las cosas.

Consultó el caso Roger con los más principales Capitanes, y á todos les pareció cosa peligrosa el dividir sus fuerzas, y sospecharon luego que esto no fuese principio de alguna muy grande traicion; y así Roger respondió á su suegra, que él no se hallaba con ánimo bastante de persuadir á los Catalanes que se dividiesen, pasando mil de ellos á Grecia, y que los demás quedasen en Asia.

Aquel matrimonio que había preparado, aquella combinación inteligente que ella misma se aplaudía como un rasgo de genio, podía convertirse en su confusión y en su ruina. No hacía falta para ello más que un capricho de la Naturaleza o la estúpida honradez de un médico para que quedasen fallidos los cálculos más sabios y defraudadas sus más queridas esperanzas.

Acabamos de fundar a Roma y ardemos en deseos de consolidar... Procurad comprender nuestra situación, y os apiadaréis de nosotros. ¿Acaso no os apiadaríais de vuestros maridos si, a lo mejor, se quedasen solos, sin mujeres? ¡Así estamos nosotros, señora! EL GRUESO ROMANO. ¡Completamente!