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Actualizado: 19 de junio de 2025
Los geógrafos de la antigüedad hablaban de ella dando la medida de sus terribles brazos. Plinio contaba las destrucciones realizadas por un pulpo gigantesco en los viveros de pescado del Mediterráneo. Cuando unos marinos conseguían matarlo, llevaban al epicúreo Lúculo la cabeza, grande como un tonel, y algunos de sus tentáculos, que una persona apenas podía abarcar.
Con esto queda explicada la maravilla que valió el dictado de embusteros á los antiguos navegantes. Según éstos, habíanse encontrado con un pulpo gigantesco que, arrojándose sobre el combés, abrazó con sus prodigiosos brazos los mástiles y el cordaje, é hiciera presa de la embarcación devorando á cuantos la tripulaban, si éstos no hubiesen cercenado aquellos miembros á hachazos.
Era la caza tal como se desarrolla en el feroz misterio del mar, la carrera de la muerte, la destrucción precedida de angustias y azares emocionantes. El pobre crustáceo, adivinando el peligro, nadaba hacia las rocas, para guarecerse en la grieta más próxima. Un pulpo salió tras de él, mientras los otros continuaban su digestión. ¡Se escapa!... ¡se escapa! gritó Freya, palpitando de interés.
CIPIÓN. Quiero decir que la sigas de golpe, sin que la hagas que parezca pulpo, según la vas añadiendo colas. BERGANZA. Habla con propiedad; que no se llaman colas las del pulpo.
Bellas promesas que un rato recrean luego se fugan con gestos ausentes, y en combativas arenas chispean cruentos reproches, cual gladios fulgentes. Propios y ajenos pecados disculpo; con la codicia, del brazo, va el hambre, cierto es, en tanto, que hemópico pulpo viene extendiendo su odiosa raigambre.
Ateniéndonos á esos relatos de hombres dignos de crédito, me parece que no ha debido rechazarse con irrisión el de Dionisio de Monforte, que atestigua haber visto un enorme pulpo azotar con sus látigos eléctricos, estrujar, asfixiar á un dogo á pesar de los mordíscos con que éste se defendía, de sus esfuerzos, de sus aullidos de dolor.
Y en esta batalla invisible que se desarrollaba abajo, a varios kilómetros de distancia vertical, en la penumbra de unas aguas obscuras, entenebrecidas aún más por las nubes de tinta que exuda el pulpo, unas veces queda el tiburón prisionero de la red viscosa y ávida; otras sube vencedor, con el coriáceo pellejo hinchado por la succión de las ventosas, y a la luz de las estrellas, dejándose flotar en las ondulaciones de la superficie, devoraba los restos de la presa arrancada del abismo.
Este se estremeció, sintiendo que se había enroscado á su cuerpo un anillo de temblona presión. Los actos de aquella desequilibrada habían acabado por excitar sus nervios. Creyó que un monstruo de la misma clase que los del estanque, pero mucho mayor, un pulpo gigantesco de los fondos oceánicos, se había deslizado traidoramente á sus espaldas, echándole de pronto uno de sus tentáculos.
El pulpo, que no sirve para nada, ni se pesca ni se come, ha disminuido bastante en tamaño y en número. ¡Cuánto más, pues, el crustáceo, cuya carne es tan suculenta y que agrada á toda la Naturaleza! Diríase que lo saben. Los más débiles entre ellos inventan, no diremos artes para resguardarse, pero sí pequeñas mañas groseras, ingeniándose é intrigando.
Palabra del Dia
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