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Actualizado: 16 de julio de 2025


Todos llegarían apresuradamente, dando tumbos y tropiezos, y dirigiendo con espanto y horror las miradas hacia el tablado fatídico. ¿Y á quién percibirían allí á la luz rojiza de la aurora? ¡Á quién, sino al Reverendo Arturo Dimmesdale, medio helado de frío, abrumado de vergüenza, y de pie donde había estado Ester Prynne!

Y ahora, casi imperceptiblemente á pesar de la lentitud de sus últimos pasos, se encontraba frente á frente de aquel tablado, cuyo recuerdo jamás se borró de su memoria, de aquel tablado donde, muchos años antes, Ester Prynne había tenido que soportar las miradas ignominiosas del mundo. ¡Allí estaba Ester teniendo de la mano á Perla! ¡Y allí estaba la letra escarlata en su pecho!

Pero lo que atrajo todas las miradas, y lo que puede decirse que transfiguraba á la mujer que la llevaba, de tal modo que los que habían conocido familiarmente á Ester Prynne experimentaban la sensación de que ahora la veían por vez primera, era LA LETRA ESCARLATA, tan fantásticamente bordada é iluminada que tenía cosida al cuerpo de su vestido.

Nosotras, Ester Prynne, sabemos lo que eso significa. Pero, en realidad de verdad, no puedo resolverme á creer que ese sea el mismo hombre. He visto marchando detrás de la música á más de un eclesiástico que ha bailado conmigo cuando Alguien, que no quiero nombrar aquí, tocaba el violín, y que tal vez sea un hechicero indio ó un brujo laponés que nos saluda y estrecha las manos en otras ocasiones.

Y en esto, la madre pecadora es más feliz que el padre pecador. De consiguiente, en beneficio de Ester Prynne, no menos que en el de la pobre niña, dejémoslas como la Providencia ha considerado conveniente situarlas. Habláis, amigo mío, con extraña vehemencia, le dijo el viejo Rogerio con una sonrisa. Y tiene gran peso lo que mi joven hermano ha dicho, agregó el Reverendo Sr.

Y allí permanecieron aun más tiempo. ¡Cuán sombrío les parecía el sendero que llevaba á la población, donde Ester Prynne cargaría de nuevo con el peso de su ignominia y el ministro se revestiría con la máscara de su buen nombre! Y así permanecieron un instante más. Ningún rayo de luz, por dorado y brillante que fuera, había sido jamás tan precioso como la obscuridad de esta selva tenebrosa.

Finalmente, en lugar de estas escenas y de esta especie de variable panorama, se le presentó la ruda plaza del mercado de una colonia puritana con todas las gentes de la población reunidas allí y dirigiendo las severas miradas á Ester Prynne, , á ella misma, que estaba en el tablado de la picota, con una tierna niña en los brazos, y la letra A, de color escarlata, fantásticamente bordada con hilo de oro, sobre su seno.

Inmediatamente quedó un espacio franco al través de la turba de espectadores. Precedida del alguacil, y acompañada de una comitiva de hombres de duro semblante y de mujeres de rostro nada compasivo, Ester Prynne se adelantó al sitio fijado para su castigo.

Wilson, que había legado una considerable fortuna, tanto en la Nueva Inglaterra como en la madre patria, á Perlita, la hija de Ester Prynne.

Dimmesdale, su piadoso pastor espiritual, se aflige profundamente de que escándalo semejante haya sucedido en su congregación. Los magistrados son caballeros llenos de temor de Dios, pero en extremo misericordiosos, esto es la verdad, agregó una tercera matrona, ya entrada en la madurez de su otoño. Á lo menos deberían haber marcado con un hierro hecho ascua la frente de Ester Prynne.

Palabra del Dia

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