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Actualizado: 29 de junio de 2025


Pero la bestia manteníase en pie, volviendo su cabeza a un lado y a otro. El Nacional, excitándola con el trapo, la hacía correr, y aprovechaba ciertas ocasiones para golpearla el cuello con el capote rudamente, con toda la fuerza de su brazo. El público, adivinando sus intenciones, comenzó a protestar. Hacía correr al animal para que con el movimiento se clavase más el estoque.

Sus ojos parecían reflejar lo existente con nuevas formas en el fondo de unas aureolas obscuras de cansancio... ¡Margarita! Se miraron largamente, como hipnotizados por la sorpresa. Ella mostró inquietud al ver que Desnoyers adelantaba un paso. No... no. Sus ojos, sus manos, todo su cuerpo, parecieron protestar, repelerle en su avance, fijarlo en su inmovilidad.

Me apresuro á protestar contra la deduccion que pudiera hacerse suponiendo que en política yo prefiero el sistema de la mayor parte de los gobiernos alemanes: no, de modo alguno, y hasta inútil era esta protesta, pues escritas y publicadas están mis opiniones sobre el gobierno de Austria.

Hasta media noche estuve estudiando atentamente, no sin protestar de cuando en cuando contra los habitantes de Bukharia, que se rebozan con nombres tan extravagantes. Sin embargo, conseguí recordar algunos detalles del país y varias palabras extrañas, cuya significación ignoraba por completo. Me acosté restregándome las manos.

Salvatierra permanecía impasible, como si hablasen de otro, y únicamente al extrañarse Rafael de su exiguo alimento, abrió los labios para protestar dulcemente. No tengo derecho a más. ¿Acaso esos pobres que se amontonan en la gañanía no comen peor que yo?... Se hizo un largo silencio. El aperador y los dos viejos parecían cohibidos en presencia de aquel hombre, del que tanto habían oído hablar.

La madre Larín, muy escandalizada al ver a santa María Magdalena de Pazzis hecha de repente madre de tan dilatada familia, se apresuró a protestar con mucho respeto: Santa Sinforosa querrá decir, sin duda, la señora condesa.

Además, golpearon é hirieron á unos cuantos olvidadizos del pasado que se atrevían á protestar y hablaban de sus cónsules, como si las revoluciones de los años anteriores no les hubiesen enseñado nada. Los soldados querían terminar pronto su trabajo. Estaban enterados del programa de todo general que se subleva en una ciudad.

Nadie pudo contrarrestar el empuje de aquella lógica inflexible. Asistía en aquel momento a Mario, presa de una pulmonía. El único que se atrevió a protestar, «aunque sólo desde el punto de vista de la estéticafue D. Dionisio Oliveros, el bardo del ministerio de Ultramar. Oliveros confesaba con su voz de bajo profundo que él no era filósofo, odiaba el análisis.

Lejos de eso; desde el presidente que le dio su nombre hasta el actual, ninguno la ha formulado con sus variantes en el tiempo, sin que la Inglaterra, y en muchos casos la Europa, haya dejado de protestar. ¡El pobre Monroe ha hecho muchas veces el papel del lobo! ¡el lobo! de la fábula; pero, como los americanos jamás mostraron la garra, ni cuando la expedición de Méjico, ni cuando el bombardeo de Valparaíso, en el que las balas españolas pasaban casi sobre buques que llevaban la bandera estrellada, nadie cree ya en eso espantajo.

Y añádale dijo Butrón con toda la majestad olímpica que su misión allí requería que la señora condesa de Albornoz se reserva el derecho de protestar en todos los terrenos de semejante atropello... Y dígale también que toda la aristocracia española y todas las gentes sensatas y honradas están a su lado para apoyarla y defender la causa santa que ella representa en estos momentos...

Palabra del Dia

rigoleto

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