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Actualizado: 23 de junio de 2025
Aquel traje singular, aquel toro muerto, contra la costumbre, de un pistoletazo; aquel hombre que besaba la mano de una semisanta, de una prometida de Cristo, todo aquello contrastaba tanto con las enseñanzas recibidas, que la junta, el alcalde, el gobernador, se quedaron boquiabiertos, mientras que el que tan vivamente excitaba la curiosidad general, continuaba con los ojos inflamados y fijos sobre la monja, que, trémula y confusa, no tenía fuerzas para salir del palco.
La que entonces le pareció más que nunca creada por el Señor con hueso de su hueso y carne de su carne, la prometida por el deseo y la Naturaleza para ser satisfacción de sus amores, la mujer que era emblema de su ideal y su felicidad, estaba en brazos de otro.
Un día fui a visitar a un anciano enfermo, rico propietario, a quien no le quedaba mucho tiempo que vivir. A su cabecera se hallaba su hijo mayor, un hombre de cuarenta años, más o menos, que desde hacía ya mucho tiempo desempeñaba en propiedades extrañas las funciones de administrador, y cuya prometida amenazaba envejecer y consumirse en la espera.
Era duro abandonar a una prometida tan encantadora. ¿Tendría el heroísmo de tomarla por esposa, sin dote? No faltan familias que viven con ocho mil pesos de renta. Se puso a equilibrar un presupuesto sobre esa modesta fortuna; pero vagamente buscaba, combinaba y cercenaba; todas sus previsiones lo llevaban fuera de aquella suma.
Si lo haces por dilatarme la prometida merced, desde más lejos pudieras entretenerla, porque tanto más fatiga el bien deseado cuanto la esperanza está más cerca de poseello; pero, porque no digas que no respondo a tus preguntas, digo que conozco a tu esposo Anselmo, y nos conocemos los dos desde nuestros más tiernos años; y no quiero decir lo que tú tan bien sabes de nuestra amistad, por no me hacer testigo del agravio que el amor hace que le haga, poderosa disculpa de mayores yerros.
Era amigo de aquel desgraciado como usted, no más. ¿No ha dicho á usted entonces los lazos que le unían á la familia Freneuse? Miss Maud fijó en Tragomer su clara mirada. El joven se sonrió. Es verdad; la señorita de Freneuse era mi prometida cuando ocurrió la catástrofe que echó por tierra todos nuestros proyectos. ¡Oh!
Los Griegos rompen la fé prometida á los Turcos, y descubierta la trahicion, ganan un castillo donde se fortificaron.
No hay plazo que no se cumpla, y dicho plazo se cumplió al cabo. Cumpliéronse también los pronósticos del Padre. D. Valentín salió aquel día muy de mañana con el aperador para ir á la casería, de donde no pensaba volver hasta la noche. El Comendador, que lo espiaba todo, se preparó para la entrevista prometida. El P. Jacinto no se hizo aguardar mucho tiempo y vino á buscarle.
Derramó torrentes de lágrimas, lágrimas de alegría, me aseguró que su plegaria de todas las noches había sido oída, y se apasionó de mi prometida antes mismo de conocerla. ¿Qué hubiera dicho mi amigo Pütz, que había bajado a la tumba sin ganar la comisión que esperaba recibir por mi casamiento? «A su hijo me dije, es a quien tengo que pagarla.»
Nada puede efectivamente compararse á la sensacion que produce el aspecto de esas llanuras, cubiertas de caseríos, de plantaciones y de cultura, circunscriptas por una naturaleza montañosa y estéril, que se extiende á mas de treinta leguas á la redonda perdiéndose confusa en el horizonte. Se creeria ver allí la tierra prometida en el seno del desierto.
Palabra del Dia
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