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Actualizado: 30 de abril de 2025
Pirovani, fingiéndose distraído, iba detrás de ellos á cierta distancia. Le era imposible ocultar el despecho que le producía esta fiesta ideada por su adversario. Reconocía que nunca hubiera sabido inventar él algo semejante, ¡Lo mucho que sirve haber estudiado!... Según iba avanzando por el bosque artificial, procuraba empujar disimuladamente los árboles más próximos para hacerlos caer.
No le producía el oficio allí para lo indispensable; fuéronse a la ciudad creyendo mejorar de fortuna, y ya se habrían muerto de hambre sin el mendrugo que él les daba, quitándole de su mesa. La tercera se casó con un teniente de la Guardia civil, y también andaba, como la mayor, de la Ceca a la Meca, y también cargada de familia.
Me sentía terriblemente enfermo y sin fuerzas. El cochero, que había sido informado de mi herida por el vigilante, abrió la puertecita de la cubierta para preguntarme cómo estaba, pero yo apenas pude articular unas pocas palabras. Si la herida era sólo superficial, ciertamente el efecto que producía en mí era extraño.
Llegué á creer á puño cerrado que ese individuo no tenía ni alma, ni corazón, ni intelecto, ni nada, como ya he dicho, excepto instintos; y sin embargo, de tal manera estaba compaginado lo poco que en realidad había en él, que no producía una impresión penosa de deficiencia; antes al contrario, por lo que á mí hace, me daba por muy satisfecho con lo que en él había hallado.
Y yo, desde lejos, notaba el estremecimiento que aquella mirada clara producía en mi amigo, y le envidiaba. La tertulia se deshizo tarde. Algunos criados entraron a buscar a sus señoras y aguardaron largo rato allá dentro, en la cocina. A las doce y media vino el conde viudo del Padul a recoger a su hija, y ésta fue la señal del desfile.
Felizmente, hacía ya tiempo que Tristán no se mostraba celoso sino por fugaces intervalos. Si en la calle, en los tranvías o en los teatros la miraba demasiado algún hombre solía disgustarse y aun enfurecerse, pero todo aquello pasaba pronto con la ocasión que lo producía.
Sin hablar ni una palabra a la criada que me miraba con asombro, seguí a Mustafá que en medio de sus caricias se dirigía hacia el interior. En aquel momento escuché el preludio de un piano. ¿Qué había de misterioso en aquel sonido que penetraba en mi alma, que me traía algo del alma de Amparo? Porque yo no dudaba de que ella era la que producía aquel sonido...
Su palabra era suave, fluida, límpida como su pensamiento, sin afectación ni rebuscamiento, y producía el encanto de una fuente cristalina que desciende en su curso halagando los sentidos.
Ya ni me acuerdo; sólo sé que llevaba mis bolsillos llenos de cheques en blanco, por prevención para responder en caso de apuro. ¡Y no me vinieron mal los cheques!... Además, nadie me apuraba. Mis «partners» eran mis amigos y conocían mi honestidad. El dinero ganado no les producía el menor gusto por sí mismo, sino por el triunfo que representaba.
Que me conceda un poco de amistad, será todo lo que yo merezca. Que me sufra en su casa como a un padre y yo encontraré en un rincón de mi corazón sentimientos paternales. Ella es desgraciada, llora el abandono de Villanera; yo la consolaré. La esperanza de volver a verla le producía fiebre.
Palabra del Dia
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