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Algunos de ellos, á pesar de sus declamaciones contra el derecho de propiedad y contra las desigualdades de clase, lo que más apreciaban en Olga era su origen. Les producía confusión y orgullo á la vez pensar que eran amigos y protectores de una hija de gran familia de la capital, cuando hacía pocos años figuraban aún como jornaleros del campo ó vagabundos en lejanas provincias.

Y notando que su larga conversación con el español producía malestar y escándalo en los otros visitantes, se levantó para ir hacia ellos. ¿Quién de ustedes me da un cigarrillo?... Los tres salieron á su encuentro á la vez, ofreciendo sus pitilleras, y la rodearon como si quisieran disputarse á golpes sus palabras y sus gestos.

Era un escuadrón de coraceros, la mejor caballería del ejército de Dupont. Todos los jinetes contemplamos el resplandor de las bruñidas corazas, en cuyos petos el sol naciente producía plateados reflejos; y después de mirar aquello sin decir nada, nos miramos unos a otros, como si nos contáramos.

Hubo ocasiones en que, haciéndose el distraído, llegó a dejarle encerrado en su habitación para que no pudiera decirla a ninguna hora. Nuestro presbítero aceptaba resignado estos vejámenes y los encomendaba a Dios, como todos los disgustos y alegrías que experimentaba en esta vida. El carácter de D. Miguel le producía repugnancia y terror.

Cada vez que una granada explotaba sobre un grupo de alzados, producía un entusiasmo extraordinario, no sólo entre los soldados que servían las piezas, sino entre los de infantería y caballería, todos los cuales daban saltos y lanzaban interjecciones saludando el desastroso efecto que la metralla producía en las filas rebeldes.

Las dos únicas excepciones eran una señora que se obstinaba en llevarlos sueltos, lo que producía una impresión cómica, y un enfermo, llamado Petrov, que llevaba el pelo y la barba muy largos, por miedo a las tijeras, y no permitía que le pelasen, por temor a que le degollaran. En invierno, los enfermos preparaban por mismos un lugar para patinar, y se dedicaban con placer a dicho deporte.

Aquellas sencillas gentes refirieron cosas tan extrañas vistas por ellos mismos, según aseguraban, o sabidas por personas veraces que apenas se podía creer nada de lo que contaban. Fuera proseguía sin interrupción el tumulto, el rodar de los carros, el berrear de los rebaños, el clamor de los fugitivos, lo que producía el efecto de un descomunal zumbido.

¿, eh? refunfuñaba D. Lorenzo sin levantar la vista. Muchooo... y que probablemente vendrá un día de estos a hacerle a V. una visitaaa. Esta noticia producía siempre risa entre los comensales, que estaban perfectamente enterados de todo. No lo creo. Pues créalo V.; está muy agradecidooo. Eso lo creo murmuraba con sorna.

Su honradez primitiva le hizo avergonzarse de este envilecimiento, é intentó ponerse en pie para huir. La presión que producía sobre su estómago la hoz cruzada en la faja le dió escalofríos. Al incorporarse asomó la cabeza por entre el cáñamo y vió en una revuelta del camino á un vejete que caminaba lentamente, envuelto en una capa.

Cuando se reía enseñaba no sólo los dientes, sino las encías también, lo que producía el efecto de que la risa rebosaba en todo su ser. Se reía con mucha frecuencia. Tenía voz de bajo profundo. No tardó en trabar amistad con todos los demás enfermos, y ocupó entre ellos un lugar de mucho relieve. Se constituyó en protector de sus compañeros de clínica.