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¡Ay! decía; y yo que he prometido á tu padre cuidarte, ¡educarte y hacer de un abogado! ¡Me privaba de todo para que pudieses estudiar! En vez de ir al panguingui donde se juega á medio peso, solo me iba al de á medio real, ¡sufriendo el mal olor y las cartas sucias! ¡Mira mis camisas zurcidas!

La esposa del fisiólogo se levantó del asiento, tomó de la mano gravemente al artista y le llevó consigo fuera de la sala. Timoteo se dejó arrastrar presa de una emoción que le privaba por completo del uso de sus facultades mentales y a medias del juego de las rodillas. Llegaron al pasillo, y allá a lo lejos columbraron la silueta de Presentación.

Pero este entretenimiento duraba minutos nada más, por la escasa fuerza del convaleciente. Hablaba tan poco, que a veces hasta se privaba de lo necesario por no pedirlo. En el largo espacio de un mes no pasaron de tres las conversaciones tiradas que ambos hermanos sostuvieron.

La mesa del círculo le restableció insensiblemente, por más que no se privaba de nada. El incentivo del juego le retenía bajo la férula de su protector. Los abonados del club jugaban al whist y al écarté con un cierto atrevimiento, pero sin intemperancia; rara vez se pasaba de un luis por puesta; no era, pues, una distracción peligrosa para un millonario.

Nada más fácil que a esa hora los marineros de mi falúa se empeñen en llevarnos al Moral, y como ustedes comprenden no sería cortés el desairarlos. La tertulia deploró esta determinación que la privaba de sacrificarse por la fraternidad universal, con risa inextinguible, voces y movimientos desordenados: «¡Qué don Mariano éste! ¡Siempre ha de tener esas bromas!

Entonces, viendo que sus esfuerzos eran inútiles para impedir aquel matrimonio rechazado por los progresos biológicos, se le declaró una tristeza negra que le privaba del apetito y del gusto por la experimentación. Esta gran melancolía hizo crisis a los pocos días con una extraña explosión que puso en espanto a toda la familia.

Todos volvían la vista en torno, indecisos sobre la gravedad del suceso... Pero pronto circularon noticias optimistas, que nadie sabía de dónde venían; esa opinión anónima que todos admiten, y en ciertos instantes enardece o inmoviliza a las muchedumbres... No era nada. Un varetazo en el vientre que le privaba de sentido. Nadie había visto sangre.

Teníamos el viento de proa; la lluvia nos privaba con frecuencia de subir al puente y la niebla invadía hasta nuestros camarotes. El mareo no perdonó más que al niño y a la enferma; y es que hay estados de gracia para los que entran en la vida y para los que se disponen a abandonarla.

Su nombre corrió entonces de boca en boca entre la plebe. Era el simpático Damián de Goes, que privaba mucho con el soberano.

Reducíala a comer los manjares que sabía no le gustaban y la privaba de los que apetecía. A medida que corrían los días su saña y crueldad iban en aumento. Luego no se fijó en esto: lo hacía cuando tropezaba con ella o cuando el cuerpo se lo pedía.