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Actualizado: 19 de octubre de 2025


Lo demás, era manotear en el vacío, pretendiendo volar, cual si los brazos fueran alas. Que se pagaba al portugués, y esto era muy problemático, evitando así el descubrimiento de la falsificación, ¿y luego?

Cumplió su palabra, y después de poco tiempo estuvo de vuelta; pero pretendiendo atravesar un gran brazo de río en tiempo que hacía gran viento, naufragó á nuestra vista, y apenas pudo salvar su persona, que cayó, por nuestra desgracia, en manos de los Payaguás, que le remitieron á los suyos.

Y con ese nombre histórico, presumiendo de noble y española, se inscribía en los programas de los circos y teatros donde se la contrataba como «domadora de vampiros». Hay que reconocer que los vampiros eran más verdaderos que su nombre. Habíalos comprado en Argelia a un cazador marroquí, y se exhibía en público con ellos, en una gran jaula de fieras, pretendiendo haberlos domesticado y educado...

Influído por el respeto á sus antepasados, quería reventar de fatiga sobre sus terrones, antes que consentir que una parte de ellos fuese cedida en arrendamiento á manos extrañas. Y no pudiendo con todo el trabajo, dejaba improductiva y en barbecho la mitad de su tierra feraz, pretendiendo con el cultivo de la otra mantener á la familia y pagar al amo.

La novia corrió al hospital con su futuro suegro y su madre. Luego fué sola, quiso quedarse allí, vivir al lado del herido, declarando la guerra á todos los reglamentos, chocando con monjas y enfermeras, que le inspiraban un odio de rivalidad. Pero al ver el escaso resultado de sus violencias, se empequeñeció, se hizo humilde, pretendiendo ganar con sus gracias una por una á todas las mujeres.

Esteban encontraba intolerable que este señor, que no era mas que un pariente lejano de su abuela, se mezclase en los asuntos de la casa, pretendiendo dirigirle á él como un padre. Pero aún le irritaba más verlo de buen humor y con pretensiones de gracioso. Le daba rabia que llamase á su madre Penépole y á él joven Telémaco... «¡Tío latero y pesado

Transcurrió mucho tiempo; las palomas silvestres, enardecidas por la calma y la soledad de la fragua, revoloteaban en la plazoleta sin fijarse en el cazador, inmóvil y olvidado de ellas. Un gato avanzaba lentamente por el ruinoso tejado, con estiramientos de tigre, pretendiendo atrapar a los inquietos gorriones. Pasó más tiempo.

Alterarónse los animos, pretendiendo todos que se les debia la suprema autoridad. Los amigos y allegados de cada cual de ellos, con palabras descompuestas y llenas de arrogancia amenzaban que con sus armas se harian obedecer. Dividido el ejército con esta competencia, todo andaba desordenado, y cerca de llegar á grande rompimiento, movidos de algunos chismes que se andaban refiriendo.

Cuando estuvo junto á él le amenazó con un dedo, pretendiendo imitar la expresión ceñuda de un maestro que riñe á su discípulo. Luego habló con una gravedad cómica: ¿No le he dicho más de cien veces, mister Watson, que no quiero verle con esa... mujer? Paso ahora los días enteros corriendo el campo inútilmente, y cuando al fin consigo tropezarme con el señor, lo veo siempre en mala compañía.

De otro singular personaje nos informa también muy detenidamente el Sr. García Pérez, prometiéndonos casi la publicación de un curioso manuscrito que de él posee. Es una relación circunstanciada de lo que vió, observó é hizo el autor, durante algunos meses del año de 1605, que estuvo pretendiendo en Valladolid, donde residía entonces la corte.

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