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Actualizado: 27 de julio de 2025


En ella, cual si lo presintiera, dio la medida de su saber: si a primera vista no seduce, examinada despacio causa impresión muy honda: esta ejecutada con voluntaria desigualdad que acrecienta el efecto que causa: el campo, tierra, peñascos, cielo y fondo hechos con rápida maestría; las figuras, y en particular las cabezas, minuciosamente construidas, sin que su pequeñez perjudique ni mengüe la impresión que producen, porque a poco que se miren, como si crecieran, parecen de tamaño natural.

Merecía haber nacido en un siglo menos escéptico y malicioso. Su naturaleza candorosa, ideal, estaba divorciada de la triste realidad presente, tenía la nostalgia de la Edad Media. En esta edad de fe y entusiasmo debía de haber vivido. Así que, como si presintiera que aquélla era su verdadera época, Godofredo la estudiaba, la fantaseaba sin cesar.

Porque él no es ningún mocito... ¡Ah, gallego tigre!... En las inmediaciones del fumadero estaban sentados unos cuantos de la banda, y al verles venir cambiaron miradas y toses. Ojeda se irguió arrogante, cual si presintiera un peligro. Pasó mirándolos con ojos de provocación, pero todos parecieron ocupados de pronto en importantes reflexiones que les hacían bajar la frente, y no se fijaron en él.

Y siempre se juraba no volver a mirar por aquella ventana; pero miraba, sin embargo, llena de susto y de tristeza ante el extraño cambio del paisaje conocidísimo. La proximidad de la ventana al gabinete del doctor la inquietaba mucho, como si presintiera en ella un riesgo cercano y misterioso. La soledad del doctor le inspiraba algo así como un sentimiento maternal.

Volvió la cabeza y vio a su hija María, que vino a sentarse silenciosamente a su lado. Pero él, como si presintiera un nuevo dolor, no le preguntó nada, no le dijo nada. Contentose con apretarle la mano y cerró de nuevo los ojos.

Hice entonces un severo examen de conciencia. Investigué con inquietud si mi pensar era condigno de la pureza de su pensar; si en mi gusto no habría desconciertos que pudieran herir la disciplina de su gusto; si mi idea de la vida era tan alta y seria como aquella que yo presintiera en la espiritualidad de su mirar, de su sonreir, y si mi corazón no se dispersara y debilitara con exceso para poder palpitar con paralelo vigor junto a su corazón.

Ella, en cambio, le recibía cada vez más apasionada, más deseosa, más enferma de ansia, como si toda su alma presintiera el alejamiento y quisiese adherirse al objeto de su amor, con la crispación de una mano sobre precioso cristal que se escurre. Ya no le hablaba con aquel acento superior y feliz. Su clara sonrisa se obscureció, se llenó de miedo, semejante a un agua viva al anochecer.

Su mujer no osaba llevarlo a casa de la señora, por miedo a que ésta se enterase de su situación irregular. Isidro ya no paseaba con los demás asilados; y cuando el albañil le encontraba casualmente, hablábale con respeto, como si presintiera en él a un futuro representante de aquella autoridad que le inspiraba religiosa admiración. Eso marcha, muchacho. Sigue zurrando a los libros.

Palabra del Dia

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