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Actualizado: 16 de junio de 2025
El oráculo de la casa era el preceptor Panglós, y el chicuelo Candido escuchaba sus lecciones con toda la docilidad propia de su edad y su carácter. Demostrado está, decia Panglós, que no pueden ser las cosas de otro modo; porque habiéndose hecho todo con un fin, no puede ménos este de ser el mejor de los fines.
Mi ignorancia, como queda dicho, era extrema: mi tía se dio cuenta de ello y se apresuró a traer a Trembles un preceptor, joven maestro del colegio de Ormessón.
Muchas gracias. Y se volvió tranquilamente para seguir tocando. Yo me alejé riendo de aquella singular escena. En otra, un padre o preceptor estaba enseñando el abecedario a un chicuelo de doce a catorce años; en otra se merendaba; en otra se tocaba la guitarra, digo, en otras, porque fueron bastantes las en que oí los acordes suaves del instrumento nacional.
Viendo tal profanación, escándalo y desacato, penetró el insigne D. Paco en la pieza, y exclamó: ¿Qué alboroto es este? Asuncioncita, Presentacioncita, todo se lo contaré a mamá cuando venga, todo, todito. Presentación cesó de cantar, y tomando al preceptor por un brazo, le dijo: Sr. D. Paquito mío, si no le dices nada a mamá, te doy un beso.
En esto se asomó el maestro de primeras letras del lugar, y dixo á los muchachos que ya era hora de entrar en la escuela. Ese es, dixo Candido, el preceptor de la familia real. Los chicos del lugar abandonáron al punto el juego, y tiráron los tejos, y quanto para divertirse les habia servido.
No diré que haga ninguna fullería, porque me parece incapaz de indignidad; pero víctimas, en el más alto sentido de la palabra, las hará. Es peligroso para los seres más débiles que él y que han nacido bajo la misma estrella. Cuando le pedí a Oliverio su juicio sobre Agustín, se limitó a responder: Siempre habrá en él algo de preceptor y algo de advenedizo.
El preceptor, abandonado de los ágiles brazos de su pareja, cayó al suelo, pidiendo al cielo justicia; la muchacha le enredó una flor entre las blancas guedejas de su peluca de ala de pichón, y dijo así: Toma, amor mío, esta flor en memoria de lo que te quiero. Quiso levantarse, y empujado por Asunción, cayó al suelo. Quiso tirar de él Presentación y quedose con un pedazo de solapa en la mano.
El tono en que había pronunciado aquellas palabras, la mirada de que habían ido acompañadas, y, más que todo, la naturaleza del hombre que se atrevía a soltar tamaño insulto, hirieron como una saeta la dignidad del joven preceptor. La retórica que mejor convence a esta clase de animales, es un golpe.
Díjome el buen preceptor, que las pobrecitas hacía dos semanas que estaban suplicando a la señora doña María que las dejase salir a dar un paseíllo por la muralla; y por último parece que los muchos ruegos y continuas lamentaciones ablandaron la roca de las terquedades de la condesa, que permitió a sus tres cautivas esparcirse un poco en el día de hoy, durante hora y media.
Palabra del Dia
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