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Actualizado: 16 de noviembre de 2025
Y como natural consecuencia de esto, aunque no se hablaron con la libertad de antes, no por eso dejaron de verse y hablarse con frecuencia, ora en la fuente, ora en los prados, ora en algún camino donde se tropezaban adrede. Andrés espiaba con afán las salidas de Rosa, se emboscaba detrás de los árboles, y en cuanto la veía sola, ¡allá voy! corría a emparejarse con ella.
Era una gran habitación situada en el primer piso, cuyas ventanas daban amplia vista sobre los ondulados prados que se extendían hasta Wormsley Hill y Sarnesfield.
Como templo de la gloria, admirable; como templo cristiano, no habla á mi inteligencia y á mi fe, por más que me haga latir el corazon. Ahí, en donde ahora se levanta ese precioso monumento ático, no existian, hace siete siglos, más que prados, pastores y ovejas, ¡Quién lo habia de decir entonces!
Poco á poco se iba estableciendo entre ellos la relación trazada por la naturaleza: ella, como ser débil, delicado y menesteroso, sometiéndose; él, como fuerte y enérgico, dominándola y protegiéndola. El camino estaba sombreado por avellanos, que con sus haces de troncos delgados, formando á modo de enormes canastillos, salían de los prados vecinos.
La tarde declina y mi mano cansada se niega á sostener la pluma. ¡Oh valle de Laviana! ¡oh ríos cristalinos! ¡oh verdes prados y espesos castañares! ¡Cuánto os he amado!
Y todo aquello había sido movimiento, luz, vida, ruido, cantando en el bosque, volando por el cielo azul, serpeando por las frescas linfas, luciendo al sol destellos de todo el iris, al pender de las ramas, en vega, prados, ríos, montes.... «¡Indudablemente Vegallana sabía ser un gran señor!», pensaba suspirando Visita, que soñaba muerta de envidia con aquella despensa, exposición permanente de lo más apetecible que cría la provincia.
La incesante batalla por la vida, que nos ha hecho enemigos del animal de los prados y del pájaro del cielo, excita también nuestros instintos contra los habitantes del arroyo.
¡Ay señor! -dijo la sobrina-, bien los puede vuestra merced mandar quemar, como a los demás, porque no sería mucho que, habiendo sanado mi señor tío de la enfermedad caballeresca, leyendo éstos, se le antojase de hacerse pastor y andarse por los bosques y prados cantando y tañendo; y, lo que sería peor, hacerse poeta; que, según dicen, es enfermedad incurable y pegadiza.
Pero en obsequio al administrador, debe quedar consignado: 1.°, que los dos prados del beatífico propietario, eran de una manda hecha por la piedad de un abuelo de mi tío; y 2.°, que éste, en honor del santo, gastaba todos los años, sobre los doscientos reales que producían las fincas, otros cuatrocientos de su bolsillo, en lo cual se creía, y con razón, muy honrado. Y se comprende muy bien.
En efecto, como esperaba, vió salir al cabo á Plutón con la frente vendada y la lámpara colgada del brazo en disposición de marchar á la mina. Se adelantó á él sin ser visto y en cuatro saltos bajó por los prados á un sendero por donde forzosamente tenía que pasar el minero. Se ocultó detrás de un árbol y esperó. Pocos momentos después pasaba Plutón.
Palabra del Dia
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