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Actualizado: 16 de julio de 2025


El sol es su lámpara de oro; los demas astros, sus lámparas de plata; prados cubiertos de flores, su pavimento; selvas frondosas, sus ricas colgaduras; colinas tapizadas de musgo, sus altares; todos los seres que existen son sus dioses.

El verde claro y deslumbrador de éstos resaltaba y hacía contraste con el oscuro de aquéllos, regalando la vista y convidando á reposar. El río corría murmurando por el fondo de la cañada. En uno de los prados que bordaban el camino, corría también un arroyo que servía para mover el molino que blanqueaba entre los árboles.

Sabed que don Quijote de la Mancha, caballero andante, está aquí puesto para defender que a todas las hermosuras y cortesías del mundo exceden las que se encierran en las ninfas habitadoras destos prados y bosques, dejando a un lado a la señora de mi alma Dulcinea del Toboso. Por eso, el que fuere de parecer contrario, acuda, que aquí le espero.

Y si yo lo recuerdo hoy al referirle nuestros paseos al faro, débese a que él fue la primera indicación de ciertos hechos oscuros qué debían tener un desenlace más tarde. Algunas veces, cuando estaban la mar en completa calma y el cielo sereno, una embarcación venía a buscarnos a la costa, al extremo de los prados, y nos llevaba mar adentro.

La via corre al principio por una hermosa y vasta llanura, á la izquierda del Guadalquivir, por entre numerosas casas campestres, extensas plantaciones de hortalizas y cereales, olivares todavía recientes, prados y barbechos donde pacen los rebaños de ovejas, y algunos preciosos bosquecillos de granados que tenian el aspecto mas encantador por sus formas elegantes y sus rojas y lindas flores.

Entre tanto, se ha liquidado la escarcha apretada que cubría los prados, y la hierba y las flores, como si hubiesen estado oprimidas bajo aquel peso, surgen por ensalmo. La anémona nemorosa es una de las más tempranas que abren por allí su cáliz para anunciar la Primavera.

Imponente era el cuadro que desde aquella elevación se divisaba. Prados y bosque iluminados dulcemente por la luz argentada de la luna; oíase á lo lejos el tañido penetrante de una campana; á un lado de la torre se desmoronaban los muros del castillo, presa de las llamas, y al pie de su último refugio agitábase con ademanes furiosos y roncos gritos la multitud de sus enemigos.

Tengo la cara ardiendo y quiero refrescarla un poco con agua. Bajaron por los prados, llegaron al río, y allí la heredera de Estrada-Rosa, contra las prescripciones de D. Santos, se echó agua al rostro por largo rato. Después que se hubo secado ascendieron de nuevo lentamente hacia la casa. ¿Cómo estoy ahora? Bien, ¿eh?... ¡Si viera usted cómo me aburro aquí! No puedo más; todo esto me fatiga.

Palabra del Dia

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