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Actualizado: 20 de mayo de 2025


Don Fadrique pudo entonces obtener licencia para navegar á las órdenes de la Compañía de Filipinas, y salió para Calcuta mandando un navío cargado de preciosas mercaderías. Tres viajes hizo de Lima á Calcuta y de Calcuta á Lima; y como llevaba muy buena pacotilla y un sueldo crecido, y alcanzó ventas muy ventajosas, se halló en poco tiempo poseedor de algunos millones de reales.

Diversas aventuras ocurrieron á Lope con este rival: vióse en continuo peligro de muerte á causa de sus celosas asechanzas, y se regocijó sobremanera de ser al fin poseedor exclusivo del corazón de su amada por la ausencia de Madrid de su competidor.

Así llegó hasta el punto más escarpado de una tentativa a la cual ninguna mujer heroica ha podido alcanzar sin despeñarse. Se mantuvo todavía algún tiempo intrépidamente y sin desfallecer demasiado, como un ser poseedor de recursos sobrenaturales a quien el vértigo hubiese privado del sentido y el exceso del peligro retuviera al borde del abismo paralizando de pronto su razón.

¡Conmigo! ¡os casaréis conmigo! exclamó el joven con una explosión de alegría ; ¡yo!... ¡yo vuestro esposo!... ¡yo poseedor de vuestra alma, de vuestra hermosura!... ¡esto... esto es un sueño! Y don Juan retrocedió, y por fortuna encontró un sillón en el que se dejó caer. Estaba pálido como un difunto, temblaba, miraba de una manera ansiosa á doña Clara.

Y me consta que D. Nicolás Rubín, último poseedor de la mencionada tienda, era cristiano viejo, y ni siquiera se le pasaba por la cabeza que sus antecesores hubieran sido fariseos con rabo o sayones narigudos de los que salen en los pasos de Semana Santa. La muerte de este D. Nicolás Rubín y el acabamiento de la tienda fueron simultáneos.

Habíase acostumbrado Feijoo a la amplitud desnuda de sus habitaciones, a las grandes vidrieras, a la altura de techos, y no podía vivir en estas casas de cartón del Madrid moderno. Su domicilio tenía algo de convento, y su vecino en el segundo de la izquierda era un arqueólogo, poseedor de colecciones maravillosas.

Miraba con ojos de rabia todas las caras conocidas y burlonas que se agolpaban en la verja. Luego volvía los ojos hacia su enemigo Pimentó, que se contoneaba altivamente, como hombre acostumbrado á comparecer ante el tribunal y que se creía poseedor de una pequeña parte de su indiscutible autoridad.

Les aguardaba al otro lado del pantano o de la selva la ciudad de encantamiento, con sus techos deslumbrantes y un monarca poseedor de montañas de esmeraldas, que acabaría por darles su hija más hermosa y con ella todos sus tesoros.

Comerciante en géneros ultramarinos al por menor, poseedor al mismo tiempo de tres o cuatro pataches y algunos quechemarines que hacían el comercio de cabotaje por la costa cantábrica, aventurándose una que otra vez los de más porte a llegar hasta Sevilla.

El niño iba hecho un pimpollo, cubierto todo el vestidito de cintas y encajes, y la criada rodaba, para divertirle, un aro con cascabeles, hacia los cuales él tendía las manecitas. Después se puso serio, diciéndose: «rara es la fruta que llega a los labios de su legítimo poseedor sin que la hayan picoteado los pájaros».

Palabra del Dia

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