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Actualizado: 28 de noviembre de 2025


Dos veces había estado en la tienda buscando al principal, y se dignó hablar con Juanito afectuosamente, como si fuese uno de la clase, enterándose con benevolencia paternal de sus proyectos para el porvenir. ¡Oh, qué hombre! ¡Qué confianza inspiraba!

¿Quién sabe?... Y cuando más esperanzas ponía en el porvenir, la realidad la despertaba en forma de brutal terronazo, mientras el viejo decía con voz áspera: Arre, que ya es hora. Y otra vez al trabajo, a dar tormento a la tierra, que se quejaba cubriéndose de flores.

Ella, que tiene por principio que la camarada es la mujer del porvenir, no podía evidentemente conformarse con este nuevo concepto de la camarada, y esto le hacía perder su buen humor acostumbrado. Este señor razona muy bien... ¿Qué os parece? preguntó la de Ribert, echando una mirada a Francisca. Ese señor es un imbécil dijo levantándose bruscamente.

Mientras los novios, sentados en los pendientes ribazos, con los cañares a la espalda, hablaban del porvenir, acariciándose castamente, y en pleno idilio daban fin al puñado de altramuces, Micaela permanecía inmóvil, con la mirada mate fija en el sol, que, como una bola candente, resbalaba por la inmensa seda del cielo sin quemarla, y al acercarse en su descenso majestuoso al límite del horizonte, se sumergía en un lago de sangre.

Pensando en esto, ella daba vida en su mente a una gallarda utopía, es decir, a la existencia posible de un populacho fino o de una plebe elegante y bien vestida. Pero esto, ¿no era una atrevida excursión al porvenir?

Pero su fe ya no era la misma; comenzaba a dudar del porvenir de Maltrana viéndole falto de apoyo. Tal vez se quedase en mitad del camino, sin fuerzas para llegar al término. La vida era en su casa cada vez más dura. El señor José pasaba semanas enteras sin trabajo. Pepín, que ya tenía once años, era tan malo, que los vecinos le apodaban el Barrabás.

No pretendo en manera alguna haberlo dicho todo: Paris necesita un libro, estos son recuerdos. Continuemos. El Paris moral, del cual se ocupan muy poco los que le visitan una vez, es un Paris sombrío y terrible, digno de ser estudiado por un filósofo que pretenda conocer el porvenir de un pueblo.

Vivíamos rodeados de lo que había sido el pasado y de lo que sería el porvenir. Los restos de los que amábamos y los componentes de los que a su vez nos habían de amar, flotaban en torno nuestro, manteniendo nuestra vida.

Refrenando el impaciente retorno del Romero, desafiaba al porvenir, alta la frente, y gloriosa la vida, abierto con sumisión el campo a su carrera y abierta con dulzura la noche a su mirada. La brisa odorante de la campiña corría a la par del Romero.

He aquí cómo, a consecuencia de esta conversación con la abuela, he tomado la resolución de escribir de vez en cuando mi diario, a fin de darme cuenta de lo que pienso y de lo que deseo. Tengo alguna libertad para decidir mi porvenir y descubrirme la vocación del matrimonio; aprovechémosla.

Palabra del Dia

balbucean

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