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Actualizado: 24 de junio de 2025


Vaya, sea enhorabuena contestó el castellano, porque yo por ahí atrás me dejaba reinando a mi señora la reina... ¡Casteçao! No se enfade vuestra merced... y de allí a poco entraban ya compadres por el pueblo el portugués de la mala cara y el español de las buenas palabras.

Pero pasados los cuales, i viendo que por todos lados no encontraban mas que desdichas, avisaron al conde de Borba, comandante portugués del presidio de Arcilla, que estaban en ánimo de cristianarse i de volver á España, i que así les facilitase los medios de poner en debida ejecucion lo que habian imaginado.

Maltrana hizo que uno de los testigos le diera unas monedas para que se fuese, y además le llamó «menino» lo único que sabía de portugués , con lo cual creyó halagarlo. Pero el «menino» se guardó los cuartos, y en vez de marcharse se pegó a él, como si adivinase la importancia de su persona.

En 1640 el Brasil fué constituído en virreinato con Rio de Janeiro como capital; y al principio del siglo diecinueve, cuando Napoleón invadió a España y Portugal, el monarca portugués Dom João VI se retiró a su reino americano, habiendo llegado a Rio de Janeiro el 8 de marzo de 1808 con toda su familia y corte, y abrió los puertos del Brasil al comercio del mundo.

De todas estas farsas la más graciosa es la que se titula De quem tem farelos. La escena es en la montaña, delante de un molino. Dos criados bribones, portugués el uno y español el otro, se lamentan juntos de los sinsabores que ambos sufren al servicio de sus dueños.

¡Ah! pues entonces repuso el ministro, repito que no corre prisa; y volviéndose en la banqueta y hacia el portugués: Avíseme usted señor don Ambrosio de Castro y Pajares, Almendrugo, Oliveira y Caraballo de Alburquerque y Santarén, en cuanto llegue la hacienda. Dicho esto, volvió Su Excelencia a anudar el roto hilo de su feliz ensueño, donde es fama que soñó que era efectivamente ministro.

Como el drama portugués, no sólo se confunde con el español en las obras de Gil Vicente, sino también en las de otros, debió tratarse con más extensión de este punto en la historia del teatro español, y así se hará cuando en lo sucesivo se aumente y reforme esta obra.

¡Tiros! dijo el Presidente, ¿a que estamos ganando una batalla sin saber una palabra?... No corremos ese riesgo entró gritando el portugués; sálvense Vuestras Excelencias, sálvense: aquí quedo yo, que soy portugués y basto para cien casteçaos. Os perdono dijo entonces volviéndose a los que ya entraban, os perdono, casteçaos; daos, que no os quiero matar.

Por este tiempo, que no era á la verdad el más apropósito, vino á la capital de Andalucía huyendo de su patria nativa un portugués, de apellido Perea, hombre listo, y cuyas ideas en materias religiosas no dejaban de ser harto sospechosas.

Después, lanzándose hacia una carronada: ¡Muchachos! si no me equivoco, ese navío llega del mar del Sud; en esa popa corta y achatada, en ese porte, reconozco una navío español o portugués que se dirige a Lisboa, ignorando sin duda que hemos declarado la guerra a los ingleses. ¡Allá él! Pero ese perro debe tener piastras en el vientre.

Palabra del Dia

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