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Actualizado: 13 de julio de 2025
A cuenta de que el hombre me debía de tener tirria, porque se remontó y dijo que él no tenía colocaciones. ¡Y un judío portero me puso en la calle! ¡Re-contra-hostia!, ¡si viviera Calvo Asensio!, aquel sí era un endivido que sabía las comenencias, y el tratamiento de las personas verídicas. ¡Vaya un amigo que me perdí!
Quiso habitar el cuarto de la calle de Provenza; pero con gran sentimiento supo que había sido alquilado, durante su ausencia, por un señor extranjero que no lo ocupaba. Intentó volver a verlo, al menos, y el portero no tenía las llaves; las puertas y las persianas de la habitación estaban constantemente cerradas.
Fuímonos a dar un paseo, y nos encontramos ¡qué casualidad! al oficial de la mesa en el Retiro, ocupadísimo en dar una vuelta con su señora al hermoso sol de los inviernos claros de Madrid. Martes era al día siguiente, y nos dijo el portero: Vuelva usted mañana, porque el señor oficial de la mesa no da audiencia hoy. Grandes negocios habrán cargado sobre él dije yo.
Por lo demás, yo acribillé á preguntas al portero del Colegio del Arzobispo, el cual se sirvió contarme muchas cosas relativas á los escolares irlandeses. Luego que hube examinado bien al portero, pasamos á la mencionada Iglesia contigua, llamada también del Arzobispo.
Y rebozándose completamente en su manto, se asió del brazo del sargento mayor, atravesaron las galerías, bajaron una escalera y salieron por una de las puertas del alcázar recientemente abierta, dando ocasión á que dijese el portero: Muy temprano van de aventuras las damas de la reina.
Y el portero se encaminaba, paso entre paso, a la celda del guardián; y cinco minutos después regresaba con la superior licencia, que su paternidad no tenía entrañas de ogro para contrariar deseo de embarazada. Puede pasar la niña del antojo con toda la sacra familia. Y otro lego asumía las funciones de guía o ciceron
El portero, que era hombre de mal genio con los humildes, le contestó con muy desagradable talante que no estaba. Lázaro se quedó parado un buen rato, mirando al portero, como si le pareciera inverosímil la declaración de aquella sibila con gabán galonado. Este creyó que no lo había dicho bastante claro, y repitió: ¡No está!
Delante de la puerta, Teresa volvió a hacerme jurar que no pensaba nada malo de ella, y que al día siguiente a las dos en punto de la tarde, me presentaría debajo de sus balcones. Cuidado que no faltes. No faltaré, preciosa. ¿A las dos en punto? A las dos en punto. Llama ahora con un golpe a la puerta. Cogí la aldaba y di un golpe fuerte. Al poco rato se oyeron los pasos del portero.
Pasaron sin despegar los labios ante el portero que les había acogido con tan extrañas preguntas; pero, al alejarse, Feli volvió la cara para mirarle y prorrumpió en una carcajada de niña. Isidro adivinaba el pensamiento de su novia; recordó el gesto hosco con que el portero les había preguntado si entraban a pintar.
Ea; eso es fijo: los hombres no perdonan jamás a aquellos a quienes se han visto obligados a admirar. Pero allá, en un rincón del pecho, duerme como un portero soñoliento la necesidad de la grandeza. Es fama que, para dar al champaña su fragancia, destilan en cada botella, por un procedimiento desconocido, tres gotas de un licor misterioso.
Palabra del Dia
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