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Actualizado: 11 de noviembre de 2025


Allí atrajo también á algunos hijos de vecinos pobres, y con las limosnas que él mismo pedía, y sacrificando sus escasísimos ahorros, pudo luego alquilar un departamento en una casa de vecindad de la Alameda, donde en Julio de 1725 llegó á reunir, con cierto carácter de escuela, á muchos niños, consiguiendo también comprar vestidos á 18 de los más abandonados, los cuales se recogieron y allí pasaron las primeras clases de enseñanza.

El ingeniero era débil de cuerpo, dulce de maneras, odiaba á los soldadotes, hablaba de la regeneración de los caídos y del advenimiento de los pobres al poder. Además, los triunfadores se reían de él y tal vez lo matasen el día menos esperado. ¿Qué héroe más interesante podía encontrar una mujer de sentimientos sublimes y «mal comprendidos», como se creía esta muchacha?...

Proceso hubo a consecuencia del cual se descubrió que las pobres reclusas llamaban al Espíritu Santo El Quemón, porque al arrodillarse ante el confesionario se les encendía la sangre.

Las tribus que se internaron por España no hallaron descanso ni tregua á sus dolores hasta que, compadecida Toledo de tan amargas desventuras, les abrió sus puertas y les dió un lugar en su recinto. ¡Pobres proscritos!

Te digo que se la apedreo, mujer; tan cierto como que ahora es de noche y Dios nos ve. ¡Repelo!,¡no hay sino hacer irrisión de las gentes... de las infelices mujeres... de los pobres! ¿Pero has visto qué descaro, qué descaro tan atroz? En mi cara... en mi cara misma... ¡me valga san Dios!, ¡que esto no pasa entre los negros de allá de Guinea!

Lo que habían padecido aquellas pobres figuras en los últimos días, arrastradas de aquí para allí, puestas en esta ó en la otra forma, sólo Dios, la mamá y el purísimo espíritu que había volado al cielo lo sabían.

Cuatro millones de españoles ricos, industriosos, han sido expulsados, pobres, desnudos, miserables, desesperados, del suelo que los vió nacer.

Le preocupaban mucho las carnes en conserva que venían de los Estados Unidos. «Nos comen, nos comen. Somos pobres, muy pobres, unos miserables que sólo entendemos de tomar el sol».

Vi la inundación. Aquello es un arrabal de gentes muy pobres, que viven en ranchos o en casitas hechas casi todas con planchas de cinc y pintadas de verde y de rojo. Estas desaparecían bajo la llanura de agua; sólo asomaban algunos techos, que se iban poco a poco achicando.

Por doquiera veíanse pobres bichitos azorados, libélulas azules, moscardones, mariposas... hasta un saltamontes pequeñito con alas de color escarlata, que se detuvo junto a mi pico; pero también yo estaba sumamente asustado para aprovecharme de su miedo. El viejo, por su parte, seguía siempre tan tranquilo.

Palabra del Dia

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