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Actualizado: 18 de noviembre de 2025


A medida que se acercaban al teck, que crecía en la orilla bañando sus raíces en el río, aumentaban sus inquietudes, y sus miradas se fijaban angustiosas en las plantas y en las yerbas para descubrir el lugar en que habían escondido la chalupa. No llevaban mucho tiempo explorando, cuando Cornelio, que caminaba distante, se detuvo. Tío dijo con voz alterada . Creo que nos han robado la chalupa.

El que mejor conozca las calidades de los terrenos, climas, simientes y plantas; el que sepa cuáles son los mejores métodos é instrumentos de labranza, y que mejor acierte en la oportunidad de emplearlos; en una palabra, el que conozca los medios mas á propósito para hacer que la tierra produzca con poco coste, mucho, pronto y bueno.

Hoy mesmo, hoy mesmo. Mal que os pese, señor Ramirillo.» Y encargome no dejara de referir esto último, palabra por palabra, a vuesa merced, por lo mucho que le importa. ¿Quién acoge razones de un ebrio? repuso Ramiro, desdeñosamente. Pero no por eso dejó de experimentar súbito calofrío que le bajó hasta las plantas.

Si de la humildad de plantas y bestias pasamos a lo más excelso que cabe en el pensamiento, vemos que las religiones que amamantaron a la humanidad en el culto de lo divino, están saturadas de amor. Los dioses amaban como hombres; por eso inspiraron fe; las diosas se dejaban abrazar como mujeres; por eso fueron tan amables y dignas de adoración.

La vida de las plantas, el movimiento de los astros, el sistema del mundo, la historia de los pueblos, de sus emigraciones, lenguas, creencias y leyes, todo era objeto de las preguntas de doña Luz, y a todo se veía obligado a responder el P. Enrique.

Los asientos tapizados de seda rosa, igual a la que adornaba los planos de las paredes, estaban ocupados por señoras. El ambiente era más limpio que en el jardín de invierno, donde una atmósfera de humo de habano y tabaco oriental con perfume de opio flotaba sobre las plantas.

Y al hablar así puso de manifiesto los hierbajos en cuestión cuya virtud, según él, debía reduplicarse por razón de las épocas del año en que había buscado en el campo aquellas plantas.

Las plantas del jardincillo se balanceaban rumorosas. Las adelfas columpiaban sus tallos flexibles; los floripondios mecían en la obscuridad sus campanas de raso, y en la espléndida copa de un naranjo las primeras gotas, gruesas y resonantes, caían con ímpetu extraordinario, precursoras de un largo aguacero. Estaba yo en la casa de los míos. Pero ¡ay! qué triste aparecía ante mis ojos.

En pocos instantes la chalupa atravesó el río y atracó en la orilla, en medio de un enorme matorral de plantas acuáticas. Iban a desembarcar, cuando por la parte baja del río oyeron voces humanas y batir de remos. ¿Quién se acerca? preguntó el Capitán. Los piratas, sin duda respondió Van-Horn . Han oído nuestros disparos y vienen a atacarnos.

«Nuestras praderas, nuestros bosques dice Darwin, parecen desiertos y vacíos si se comparan con los del mar.» Y en efecto, á cuantos han recorrido los transparentes mares de las Indias, les ha llamado la atención la fantasmagoría que ofrece su fondo, siendo sorprendente en primer término por el extraño cambio que se opera en las plantas y los animales en sus insignias naturales, en su apariencia.

Palabra del Dia

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