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Actualizado: 1 de junio de 2025


Ya veis que aquí no puede venir cualesquiera. Hay responsabilidá. Pitillos Quiso Amparo mudarse de taller, y solicitó pasar al de cigarrillos, donde le agradaba más el trabajo y la compañía. Entre el taller de cigarros comunes y el de cigarrillos, que estaba un piso más arriba, mediaba gran diferencia: podía decirse que este era a aquel lo que el Paraíso de Dante al Purgatorio.

Así, que tenía la casa poblada de artefactos curiosos, casi todos empolvados y descompuestos por la falta de uso; máquinas de hacer hielo, manteca, sidra, pitillos, etc.; telégrafos de salón, estereoscopios, cacerolas para asar la carne con un pedazo de papel, salvavidas, bastones con silla y carabina, paraguas con tienda de campaña, impermeables y otro sinfín de objetos extraños.

Al final de la comida del mediodía, después de haber bebido su botella de sidra hecha, y fumado sus dos pitillos, de los amarrados por la cintura, era ya otro hombre.

Les obligaban a pasar noches enteras haciendo pitillos de arena para que después saliesen mejor hechos los de tabaco; en el paseo no les permitían levantarse del asiento de piedra que les habían señalado de antemano; les ponían en el cepo de campaña sin motivo alguno, aunque fuese después de comer, sólo por divertirse; los que eran más débiles solían vomitar o caer desmayados...

Cuánto más le miraba, entre brutalmente apasionada y sinceramente pudorosa, más fea se ponía; pero a él debiole parecer hermosa y codiciable como a Salomón la Reina de Saba, porque con voz melosa le dijo: ¡Paloma! La Mona quiso tenderse a sus pies sobre el montón de trapos para velarle el sueño destripando colillas y haciéndole pitillos, pero él volvió a llamarla como un animal a su hembra.

Trabajaba como asistenta en las casas más acomodadas del barrio, cosía para las vecinas, correteaba ropas y alhajas en representación de cierta prendera amiga suya y hacía pitillos para los señores, recordando sus habilidades de la juventud, cuando el señor Juan, novio entusiasta y zalamero, venía a esperarla a la salida de la Fábrica de Tabacos.

Cuando en el reloj cercano sonaron las tres, el pobre muchacho tenía ya la cabeza pesada, la vista insegura, y su hermoso busto, inclinado aún hacia la mesa, aparecía envuelto en una nube de humo que habían dejado en la atmósfera del cuarto los pitillos consumidos, cuya ceniza, movida por la respiración, revoloteaba sobre las hojas de los libros.

La limpia blancura de los librillos, el amarillo bajo de las fajas, el gris de estraza de las cajetillas, componían una escala de tonos simpáticos a la pupila. Y los personajes armonizaban con la decoración. Preponderaban en el taller de pitillos las muchachas de Marineda: apenas se veían aldeanas; así es que abundaban los lindos palmitos, los rostros juveniles.

Malo era que su hija se perdiese y malo también que, tratando con señores, en vez de traer dinero a casa, se empeñase, y tuviese que pasarse las noches haciendo pitillos de encargo para poder comer. ¡Y mucho de flores! ¡Y mucho de chambras con puntillas! ¡Qué necesidad!

A esa la acuerdan aquí liando puros, y en el día tiene una casa de tres pisos y un buen comercio en la calle de San Efrén.... ¿Y la que casó con aquel coronel del regimiento de Zaragoza?... Una chiquilla, que también hacía pitillos.... En la actualidad, para más, hay el aquel de que las clases son iguales; ese rey que trajeron dice que da la mano a todo el mundo, y la mujer abrazó en Madrí a una lavandera; y si viene la federal, entonces....

Palabra del Dia

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