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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Mucho me encargó que os saludara en su nombre. Soy siempre su caballero y su esclavo. ¿Y vuestro viaje? No pudiera desearlo mejor, contestó el barón. La mar algo alborotada, pero tuvimos la suerte de avistar unas galeras piratas, á las que dijimos dos palabras. ¡Siempre afortunado, Morel! Ya nos contaréis la aventura esa.

Tragomer se volvió y se encontró con Sorege, que sonreía de un modo enigmático. Los cañones estaban á bordo y los hemos dejado. ¿Quién sabe? Las costas de Marruecos no son muy seguras; no hace mucho tiempo los piratas apresaron un barco de comercio. Si hace falta podremos defendernos.

Las valentas donas, arrogantes y duras como buenas payesas, no gritaban ni huían a la vista de estos tres piratas enemigos de Dios y de los santos. Con la tranca de la puerta mataban a uno, y luego se encerraban en la casa.

Agarró un moro de mi madre por el brazo derecho, el teniente del barco la tiró hácia el por el izquierdo; un soldado moro la cogió de una pierna, y uno de los piratas asió de la otra; y casi todas nuestras doncellas se encontráron en un momento tiradas de quatro soldados. Mi capitan se habia puesto delante de , y blandiendo la cimitarra daba la muerte á quantos á su furor se oponian.

A las nueve de la noche entramos en Atimonan; de este á Gumaca hay 21,50 km. Atimonan se llamaba en lo antiguo un llano que se extiende en una ensenada de las costas de Lamon; y en aquel sitio se resguardaron por los años de 1635 los pocos seres que pudieron escapar de las llamas de Cabullao, pueblo que fué reducido á cenizas por los piratas moros.

Decidida ya á poner término á sus desdichas, precipitándose desde un peñasco, sobrevienen unos piratas y la cautivan. El capitán Arnaut Manú, enamorado de su belleza, se casa con ella, contando con su pleno consentimiento, puesto que las pasiones más furiosas desgarran su corazón.

Al contrario, era hombre joven todavía, pues apenas andaba en los cuarenta; poco erudito y muy despejado, de imperiosa y breve palabra, y sobradamente capaz de sujetar y meter en cintura á un convento de frailes y también á una horda de piratas.

Nosotros no le hacíamos caso, seguíamos remando, y él, más enfurecido gritaba: ¡Ladrones! ¡Piratas! ¡Corsarios! Ojalá os muráis de repente. Entonces Zelayeta, que a veces tenía mala intención, le decía: Vamos a vender tu lancha. ¡Llora, Shacu! Y a él le entraba tal desesperación, que pateaba, tiraba el gorro rojo al suelo, y casi comenzaba a llorar de rabia.

Otras veces, el viejo marino nos contaba una serie de crueldades horribles: piratas que mandaban cortar la lengua o las manos a los que caían en su poder; otros que echaban al agua a sus enemigos, metidos en una jaula y con los ojos vaciados. Nos hacía temblar, pero le oíamos.

El gran terror de los piratas del Norte, la vida temblorosa de la sombría Edad Media, apagan todo eso, cuidándose de auxiliar los desembarcos. El mar hase convertido en objeto de terror: todo barco es un enemigo, y si se estrella, una presa. El pillaje del náufrago constituye una de las rentas del señor: es el noble derecho de fractura.

Palabra del Dia

hociquea

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