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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Tiemblo sólo de pensar que puedo ver á las mismas personas que he encontrado tantas veces en los salones, y me será preciso explicarles mi conducta, sufrir sus miradas irónicas, sus palabras de falsa lástima. Calló, para añadir poco después con admiración: Elena es más valiente. Esta mañana, después de leer los periódicos, pidió el automóvil para ir no sé dónde. Debe estar haciendo visitas.
Cuando salimos a tomar el fresco a los jardines, el sol ya se había puesto y andaba cerca de llegar la noche. La sociedad se diseminó por el gran bosque de naranjos. Gloria, en cuanto vio un columpio, se empeñó en subirse y me pidió que lo moviese, lo cual hice, como debe suponerse, con extremado placer.
Amargos y muy amargos le parecieron también a Leto aquellos recuerdos que él quería borrar de su memoria, y por ello pidió a Nieves, hasta por caridad, que hablara de cosas más risueñas.
Y bien... Me pidió sangría... ¿Y qué? Se la serví... y luego... como no le conocía, como nada sé... por ver lo que hacía, volví quedito... estaba dormido al lado de la chimenea en vuestro sillón. ¿Y qué hay de malo en eso?... Nada, pero... cuando volví otra vez... ya no estaba en la sala. ¿Que no estaba? No, sino en la alcoba, acostado en vuestro lecho y durmiendo.
Mandáronle ropas, y Juan Bou, a quien pidió un libro de entretenimiento, le envió Los Girondinos, de Lamartine, y un gran ramo de flores. Isidora leyó en el libro y deshojó las flores, dándose el gusto de pisotearlas. Le recordaban cosas muy desagradables la osadía y desparpajo de la canalla profanadora. Empezó el sumario.
Sahumóse, atildóse, aumentó el lucimiento de su hermosura con el mas bizarro y pomposo trage, y pidió audiencia secreta al sumo sacerdote de las estrellas. Mucho temo haber cometido un gravísimo pecado no quemándome en la hoguera de mi amado marido. Y en efecto, ¿qué es lo que he conservado? una carne perecedera, y ya marchita.
Enteramente convencido de su amor, el hidalgo la pidió en matrimonio, y la obtuvo no sin algún trabajo, pues a la mamá costole muchas lágrimas entregarle aquella joya, que era la alegría de la casa. En los primeros cuatro meses gastó D. Álvaro la renta de todo el año. Joaquinita quiso coche y palco en los teatros, y dio reuniones y saraos.
Se engañó á la madre primero, se le pidió perdón después. La pobre mujer experimentó un vivo disgusto, tanto más cuanto que Velázquez no se apresuraba á borrar la afrenta con la bendición del cura.
Estando, pues, asidos de las manos Basilio y Quiteria, el cura, tierno y lloroso, los echó la bendición y pidió al cielo diese buen poso al alma del nuevo desposado; el cual, así como recibió la bendición, con presta ligereza se levantó en pie, y con no vista desenvoltura se sacó el estoque, a quien servía de vaina su cuerpo.
Palabra del Dia
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