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Actualizado: 17 de julio de 2025
Rubén Darío también bebió para no sentir la vida demasiado dura en la carne viva de su corazón de poeta. La vida es dura, amarga y pesa; ¡ya no hay princesa que cantar! Poe bebía bárbaramente, como si quisiera «asesinar algo en si mismo». Nuestro admirable y dulce poeta Manuel Paso también se suicidó abrasándose las entrañas y el cerebro en un océano siniestro de aguardiente.
Toda la familia continuaba sometida á la rígida autoridad de don Marcelo Desnoyers. ¡Ay, ese viejo! exclamó Julio, refiriéndose á su padre . Que viva muchos años, pero ¡cómo pesa sobre todos nosotros!
Yo me conozco; muchas veces me he juzgado ya enamorado de veras, y me he equivocado siempre. En materia de amores, parece que pesa sobre mí la maldición del judío. ¡Voy errante a través de las mujeres y en ninguna me puedo detener...! He engañado a muchas, ¡a muchas!..., porque yo tengo partido, ¿sabes?..., yo tengo labia... y hasta parezco listo; hombre, ¿no te da risa?...
Ahora el nivel barbarizador pesa sobre todas ellas. La barbarie del interior ha llegado a penetrar hasta las calles de Buenos Aires. Desde 1810 hasta 1840, las provincias que encerraban en sus ciudades tanta civilización, fueron demasiado bárbaras, empero, para destruir con su impulso la obra colosal de la revolución de la independencia.
ABIND. ¿Que así lo manda el Rey y así lo escribe? ZOR. Hijo, Dios sabe lo que a mí me pesa; Si basta solamente decir hijo. ¿Cómo puedo exceder de lo que él manda?
»Cuando acabó de pronunciar estas palabras, ocultó el rostro entre sus manos para ocultar su llanto. Pero comprendí su acción. »Carlos le dijo con dulzura: hay un secreto que pesa sobre la vida de usted. »Sí, un secreto que me matará. »¿Ese secreto proseguí, que ha revelado usted a Teobaldo, no puedo conocerlo? »Se estremeció y me miró como espantado.
Todo el pasado les está hablando constantemente y les pesa sobre sus pobres huesos desvencijados y sobre sus almas saturadas de las antiguas coqueterías, de sus eternas frivolidades de mujer. Suelen tener un amor furioso y extravagante hacia los perros y los gatos. Una desviación caricaturesca de sus maternos instintos estériles o frustrados.
Van-Horn se inclinó por el coronamiento del castillo y miró hacia abajo. Un grito se le escapó. ¡Capitán! exclamó . ¡Nos vamos hundiendo lentamente! La popa se ha sumergido en poco tiempo más de tres pies. El agua ha cubierto el timón y llega a la orla inferior del cuadro. ¡Hans, Cornelio, Lu-Hang, a la estiba! gritó el Capitán . ¡Sobre nosotros pesa una triste fatalidad!
Es que la conciencia se me ha subido aquí al cuello, a la cabeza, y me pesa tanto, que no puedo guardar bien el equilibrio... Déjame que me prosterne ante ti y ponga a tus pies todas mis culpas para que las perdones... No te muevas, no me dejes solo, por Dios... ¿A dónde vas? ¿No ves mi aflicción? Lo que veo... ¡Oh! Dios mío. Juan, por amor de Dios, sosiégate; no digas más disparates. Acuéstate.
Mucho antes de ver el círculo polar, una fría niebla pesa sobre el mar, os resfría, os cubre de escarcha. Los cordajes se atiesan: inmovilízanse las velas; la cubierta pónese resbaladiza con el agua-nieve; la maniobra se hace difícil. Apenas se distinguen en tan solemne momento los temibles escollos movibles.
Palabra del Dia
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