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I estos fueron los frutos que cogieron los godos de las cruelisimas persecuciones hechas á los judíos sin considerar que las ofensas deben esperar la venganza de los ofendidos, i que mas fácilmente se lleva á los hombres por la razon i el convencimiento que por la fuerza, pues nadie encuentra dificultades en caminar por sendas cubiertas de flores, i todos se arredran en trepar por ásperos montes llenos de zarzas i de abrojos, i cercados de precipicios i derrumbaderos.

I en tanto que los árabes dejaban en entera libertad de observar la lei de Moisés á todos los muchos judíos que vivian en sus estados, los reyes de Castilla en aquellos tiempos, se veian obligados de la necesidad á dejar á estas gentes que morasen con quietud en sus tierras i señoríos; cosa que llevaban mui pesadamente, no escarmentados aun de los frutos que cogieron de sus cruelisimas persecuciones los monarcas godos.

Por eso no me causa admiración que con ánimo invicto sufriese muchas persecuciones y reparase, aun con la pérdida de su reputación, los daños, bien que ligeros, de su cristiandad; antes dando cuenta de estas sus borrascas al P. Francisco Burgés, Procurador general de esta provincia, en carta de 29 de Septiembre de 1705, escrita á Madrid, le dice así: «Para no puede haber mayor gloria que el que me persigan por llevar adelante aquella nueva cristiandad de los Chiquitos que tantos trabajos y sudores me ha costado desde los principios

Había circulado por el campo la noticia de que aquella tarde, al anochecer, sería la gran revolución, y ellos acudían exasperados por las miserias y persecuciones de la huelga, llevando en la faja una pistola vieja, las hoces, las navajas o las terribles podaderas, que de un solo revés podían hacer saltar una cabeza.

No diré que le odio, porque no odio a nadie, y si le odiase haría de usted excepción honrosa. Me es usted indiferente, pero me aburren y me atacan los nervios sus persecuciones. Váyase usted de Río y déjeme en paz.

Recaredo, despues de abjurar las doctrinas de Arrio i atraer gran número de los de su parcialidad al catolicismo, fué quien abrió la puerta á las persecuciones contra el pueblo hebreo.

Estaba la mies en derrota; los ganados, libres, sesteaban soñolientos, se refocilaban en bárbaras persecuciones, o pacían en lentas cabezadas los brotes sirueños. Tintineaban las esquilas en la mansa levedad del ambiente, y todo el valle se hermoseaba con traje de alegría en la paz geórgica de la tarde.

Entraban nuevos clientes casi todos formando parejas así como iba cayendo el día. El camarero hizo pasar al comedor cerrado á unas mujeres pintarrajeadas y con grandes sombreros, seguidas de unos jóvenes. Por la puerta entreabierta salió un ruido de persecuciones, de choques y saltos, con brutales carcajadas y risas de sofocante cosquilleo.

Ejemplos pueden tomar caminando por el vário discurso de esta historia, primero en el amargo fruto que cogieron los monarcas godos de las cruelisimas persecuciones hechas á los judíos para hacer que entrase en los entendimientos de estos la religion de Cristo, i luego en los muchos hebreos que abandonaron la lei de Moisés cuando ninguna persecucion recibian de mano de los reyes de España, cuando podian comerciar libremente, cuando en las quietudes de sus casas vivian sin temor de bárbaras opresiones, i cuando con perfecta tranquilidad en los ánimos podian frecuentar descansadamente el estudio de las letras.

Bermúdez, al pintar las persecuciones y el suplicio de la desventurada princesa, tuvo la ventaja de seguir la Inés de Castro del portugués Ferreira, y el ingenio y el acierto suficiente para imitarlo . Su argumento es como sigue: Primer acto: Monólogo del infante D. Pedro, en que se queja de la separación de su esposa.