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Actualizado: 1 de julio de 2025
Y no es que el conde fuese un hombre desagradable; otra mujer le hubiera encontrado perfecto. De todos sus compañeros de viaje, fue seguramente el más paciente, el más atento, el más delicado; un caballero de honor encargado de escoltar a una reina joven, no hubiera cumplido mejor su deber.
El subjuntivo es eluvili. Me parece que esto es algo equívoco con el perfecto de los Guilliches: no obstante hacen uso de él, aunque conocen su impropiedad, y de otras muchas palabras susceptibles de varios sentidos; especialmente en las proposiciones, cuya inteligencia es muy dificil, por comprender cada una muchas significaciones, como puede verse en la declinacion de sus nombres.
Pero en alguna parte se conservan los sentimientos de honradez y pudor. Haga usted cuenta, niña, que ha dejado un mundo de cieno para entrar en otro más perfecto. Dios ha iluminado á su buen protector para que la ponga entre nosotras, que la libraremos de la influencia infernal de las ideas del día.
Si la amaba, verdaderamente, debía haber comprendido cuánto esta manera de pensar lo alejaba de ella. Su padre ¿no era el tipo perfecto del caballero? Y la fortuna que había ganado ¿no era más honorable aún por haber sido ganada en la industria con su propio trabajo? Pero no, aquéllas eran palabras al aire, de esas palabras insignificantes de que están sembradas las conversaciones sociales.
Mutatis mutandis, todo le parece lo mismo: la mujer del alcalde es igual a una emperatriz o reina, la del escribano equivale a la duquesa más en moda en Madrid, y el majo Fulanito se le antoja más brioso, y gallardo, buen jinete, seductor, afable y ameno, que el más perfecto dandy de cuantos ha conocido.
Candido no se lo concedia, pero no afirmaba nada: Panglós confesaba que toda su vida habia sido una serie de horrorosos infortunios; pero como una vez habia sustentado que todo estaba perfecto, seguía sustentándolo sin creerlo.
No le había faltado tiempo para conocer a Huberto como flirt; sabía a no dudar, que era un sportman perfecto, que su conversación de hombre de club distraía agradablemente a su auditorio, pero se daba cuenta también que, moralmente, le era perfectamente desconocido. ¿De qué vivía la inteligencia de aquel hombre? ¿Cuál podía ser la naturaleza de sus aspiraciones, el valor de su conciencia, el objetivo de su vida? ¿Hacia qué ambiciones o ensueños dirigía su voluntad?
Es necesario que una mujer se mueva, que camine, que recorra las tiendas, que vaya con sus amigos a los lunchs, que monte a caballo, que cace; ésta es la vida de la mujer... Así no tiene tiempo para pensar. ¡Esto es perfecto! En tanto que si se queda en un rincón a soñar con Chopín o Tennyson... ¡Bah! Estáis perdidos... Este es mi sistema.
Había adquirido lo que le faltaba cuando la vi en Córdoba y en el Pardo, el perfecto conocimiento de su posición y las mil menudencias personales, accidentes casi imperceptibles de la voz, del gesto, de la mirada con que el individuo da a entender claramente que se halla donde debe hallarse.
La completa vanidad, el vacío perfecto de todo cariño, de toda estimación y de toda confianza, desde el día de la boda hasta el día de la muerte, se había ocultado primorosamente bajo las formas corteses de la consideración mutua, del frío respeto y de la más delicada galantería. Por lo demás, Elisa siempre había pasado por recatada y prudente.
Palabra del Dia
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