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La ropa blanca de Inesita estaba en la cómoda, y los vestidos y demás galas se conservaban en un cuartucho obscuro, inmediato a la alcoba, donde había perchas, y donde los cubrían algunas colchas viejas de indiana y de coco. Lo primero que hizo Inesita fue esconder la carta con el mayor disimulo entre la almohada de su cama y la funda.

Habíase paseado por el cauce del arroyo hasta en los sitios más profundos y medía con exactitud extraña los remolinos que nuestras perchas no alcanzaban á sondear.

Todos pasaban el contenido de los equipajes a los armarios y las perchas, cuidando después del arreglo de sus personas.

Centenares de lavanderas, ó acaso mas de mil, estaban establecidas allí, levando ropa en las orillas, entre hileras y laberintos de estacas, perchas, ranchos de forma primitiva y construcciones de piedra y madera á estilo de embarcaderos ó muelles, destinadas á favorecer todos los trabajos de aquellas pobres gentes.

Eran las de López las que llamaban; unas «perchas », según Amparito, a las que caían rematadamente mal los vestidos lujosos y recargados con que las obsequiaba el papá a cada operación afortunada en la Bolsa. ¿Ya se han arreglado ustedes? añadió una de ellas, sonriendo de un modo que picó la susceptibilidad de Amparito.

Muchas gorras habían quedado abandonadas en las perchas del antecomedor. Las cabezas erguíanse descubiertas sobre el albo triángulo de las pecheras, brillando al pasar junto a los reverberos con reflejos de laca negra. Ni el más leve soplo de brisa desordenaba la armonía de los peinados femeninos.

Subió, pues, á casa é inmediatamente se puso á sacar de los armarios y á descolgar de las perchas la ropa que le pertenecía y á guardarla en el baúl. Se iba: se iba inmediatamente. Mientras colocaba con toda calma y cuidado la ropa, pensaba en el sitio adonde debía dirigirse.

Si la Venus antigua, manca, mutilada, de la cual sólo gozan los ojos, y que no se digna bajar de su pedestal, no tiene precio, ¿cuánto vale una mujer de veinte años, estatua viva y cariñosa? Repuesto del esfuerzo que le costó aquel rasgo, don Juan guardó en el baúl las pocas ropas que tenía sobre las sillas y colgadas de las perchas.

Desfila este cortejo ante nosotros alegremente y se precipita en el zaguán, pateando con un ruido de chaparrón. Es digno de ver el movimiento de asombro que se produce en toda la casa. Los grandes pavos reales de color verde y oro, de cresta de tul, encaramados en sus perchas han conocido a los que llegan y los reciben con una estridente trompetería.

Subieron así las escaleras hasta el entresuelo, donde introdujo Sardiola a ambas mujeres en una ancha y desahogada habitación en que no faltaba su marmórea chimenea, sus monumentales camas colgadas, su alfombra de moqueta algo desflorada y raída a trechos, sus lavabos y sus perchas clásicas. Caía la pieza a un jardinete, en cuyo centro ligero kiosco de madera y cristales servía de sala de baño.