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Actualizado: 14 de julio de 2025


Transcurrieron semanas, meses, y llegó el aniversario del día en que le conoció... No: no fue de día, fue de noche. Lo recordaba hasta en los menores detalles. Estaba vestida de gitana: falda de percal muy hueca, rizos en las sienes, moño bajo y la nuca acariciada por un manojillo de flores que parecían colocadas por el mismo diablo.

No creyó ver sino que con los ojos del alma vio a Cristeta como estaba la primera vez que hablaron: falda muy hueca, de percal, pañoleta de espuma al talle, zapatitos con galgas y moño bajo, lleno de flores; todo el atavío gitanesco; pero no en el cuarto del teatro, sino en aquella plazoleta de la Moncloa situada junto a la fuentecilla.

«Por eso dijo doña Casta , un establecimiento montado como los mejores del extranjero, no puede menos de hacerse de oro, pues habiéndolo aquí, las señoras de la grandeza no tendrán que ir a Bayona y a Biarritz a comprar la última novedad». Aurora vestía un traje de percal, azul claro, con cinturón de cuero, y en este una gran hebilla. Su atavío era todo frescura, sencillez de obrera elegante.

Más valía no verla... Pero ella se levantaría temprano y fregotearía bien la cómoda, el lavabo de tres patas y haría maravillas de orden y limpieza... Después compraría una corbata bonita... Rogaría a D.ª Laura que la dejase traer de la sala dos sillas de damasco con sus fundas de percal... En fin... No contenta con pensar lo que pasaría al siguiente día, pensó los sucesos del tercer día y los del otro y los del mes próximo, y los del año venidero, y los de dos, tres o cuatro años más.

En los días de trabajo vestían de percal, mantoncito de lana atado atrás y pañuelo de seda al cuello, dejando al descubierto, por supuesto, la cabeza. Nieves, por excepción, traía al diario mantón de la China negro con fleco. Acaban de ponerse al trabajo después de comer. El sol penetra por los dos balcones de la sala al través de los visillos.

¡Qué agilidad aquella con la que el patrón, apoyándose sobre la mano izquierda, saltaba el mostrador! Qué gracia con la que desplegaba ante los ojos de los clientes, de un golpe, y como un prestidigitador, la pieza de percal, de muselina o de barège envuelta alrededor de la tablilla que quedaba desnuda de su preciosa mercancía, abandonada indiferentemente sobre el mostrador.

Zaratustra saliendo de la cuadra, levantó una cortina de percal rameado, pero Maltrana sólo vio una intensa obscuridad. Echa una cerilla dijo el trapero.

Y como si fuese una gala nueva que veía por primera vez, metióse por la cabeza con gran cuidado, cual si fuese de sutiles blondas, la saya de percal de todos los domingos.

Serán las diez, señorita. Y llueve. Eufemia atendió al ruido de la calle. , llueve. Vamos a salir. ¡A salir! , calla. Anda, tráeme un vestido tuyo, de percal, y un mantón tuyo y un pañuelo... vamos las dos de artesanas. Vamos al teatro, a la cazuela.

Y para que no se le antojase volar más en toda la tarde, se presentó en el parque Visitación Olías de Cuervo, a quien el verano sentaba bien, y dejaba lucir trajes de percal fantásticos y baratos. Venía alegre, vaporosa, y con las apariencias de un torbellino; daba gana de cerrar los ojos al verla acercarse. En la calle la había querido abrazar un mozo de cordel.

Palabra del Dia

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