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Actualizado: 17 de junio de 2025
Los tibios rayos de la luna penetraban horizontalmente por las altas ventanas ogivales, quebrándose en las rejas de alambres y proyectando sobre el inmenso órgano y los arcos, relieves y concavidades de las naves un juego magnífico de sombras irregulares y cintas de luz pálida y suave.
Los portugueses, sin embargo, no penetraban por punto alguno en lo interior de las tierras y sólo de la mar eran señores. Carecían de fuerzas suficientes para hacer incursiones y conquistas en lo interior de aquellos dilatados países, que seguían para ellos, no sólo independentes, sino casi desconocidos.
Las vacas, al ver aquellos intrusos bajar apoyando los pies cerca de sus cuernos, sacudieron con susto las cadenas que las sujetaban. El establo se hallaba bastante oscuro; sólo por las grietas de la puerta y por un ventanillo que la pared tenía penetraban algunos delgados hilos de luz, en los cuales bailaba el polvo. Andrés no sabía ordeñar; Rosa sí, y desde luego se dispuso a hacerlo.
No era muy genuino, ni muy aromático el del fondín de Venta de Baños; y con todo eso, al introducir en sus labios por vez primera la cucharilla, al sentir el leve amargor y el tibio vaho que la penetraban, experimentó Lucía hondo estremecimiento, algo como una expansión de su ser, cual si a un tiempo se abriesen sus sentidos, semejantes a capullos de arbusto que a la vez florecen todos.
Desde la aparición de don Álvaro en la plaza, el humor de Ana había cambiado, pasando de la aridez y el hastío negro y frío, a una región de luz y calor que bañaban y penetraban todas las cosas: aquellas bruscas transformaciones del ánimo, las atribuía supersticiosamente a una voluntad superior, que regía la marcha de los sucesos preparándolos, como experto autor de comedias, según convenía al destino de los seres.
Sus balcones y miradores dan á las alamedas del Tormes y del Zurguén y á un hermoso panorama que se extiende hasta las sierras de Gredos, cuyos picos cierran el horizonte al Sur..... Era ya la caída de la tarde. Las higueras del jardín alto penetraban en el mismo aposento en que contemplábamos la puesta del sol.
Las últimas luces de la tarde penetraban desfallecidas por los calados rosetones, dando fantásticos contornos á las figuras pintadas en los vidrios. Abajo, en el templo, estaba yo solo..... ¿El canto de gloria y de muerte que exhalaba el órgano, caía sobre tantas sepulturas, sobre tanta grandeza desvanecida, sobre tanta soberbia humillada, como un sufragio ó como un anatema?..... ¡No sé!
Valencia era la ciudad mejor situada del mundo, según dijo un agudo observador, por estar construida en medio del campo. Poco después, los esposos, empaquetados dentro de una tartana, penetraban por las calles angostas y torcidas de la ciudad campestre. «¡Pero qué país, hijo!... Si esto parece un biombo... ¿A dónde nos lleva este hombre?». «A la fonda sin duda».
El cuarto estaba casi a oscuras; por las rendijas de la madera penetraban dos o tres rayos de sol, agitando millares de átomos inquietos que bullían como polvo de luz; las galas estaban esparcidas sobre un sofá de raso, y el corsé de seda azul con trencillas blancas, caído al pié de una butaca.
Los lazos que la ataban á este nuevo suelo estaban formados de eslabones de hierro que penetraban en lo más íntimo de su alma, sin que jamás llegaran á romperse.
Palabra del Dia
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