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Actualizado: 26 de octubre de 2025
El Pedregoso, el gárrulo Pedregoso corría, como siempre, límpido y parlero; como le vi tantas veces cuando era yo niño: espumoso al tropezar con una roca; cerúleo y adormecido en sus pozas umbrías, bajo el dosel de los álamos, queriendo arrastrar a su paso las espiras lánguidas de los convólvulos perennes. Buscaba yo rostros conocidos, y muchos vi, pero empalidecidos, como fotografías borradas.
Hay especialmente uno de estos lugares, donde mis ojos no se cansan de buscar a los que no volverán jamás. Está a algunos centenares de pasos de la casa. Para ir al bosque se sigue un camino con espinos por ambos lados, que atraviesa un gran campo pedregoso y un prado en declive, donde grupos de bueyes reflejan en sus marmóreos lomos los rayos del sol de estío.
Puede adaptarse al cultivo, como se ha hecho en las islas de la India Oriental con buen resultado. El manihot, que produce el caucho comercial de Ceará, se da en terreno alto, pedregoso y árido, siendo originario de las regiones al sur del Amazonas.
Repicaban alegremente en el campanario de una aldea cercana, y del profundo lecho del Pedregoso, protegido por los ahuehuetes y los álamos, se alzaba espesa y se desvanecía vagarosa blanquecina nube que velaba las arboledas. ¡Qué largo me parecía el camino! ¡Con qué ansia me aguardarían mis tías! ¡Qué anhelo el mío por llegar a la ciudad!
Estos de resultas trasladaron su poblacion á la banda del Chaco y orilla occidental del rio Paraguay, donde se mantienen muy fortificados, en parage pedregoso y desigual, donde no han podido sorprenderlos los mismos Mbayás que lo han intentado, porque no pueden hacer uso allí de los caballos.
Me apartó dulcemente, y se retiró paso a paso. Volví entonces a mis paseos favoritos, todas las mañanas y todas las tardes, antes y después de ir al despacho del jurisconsulto. Recorrí otra vez las orillas del Pedregoso, y subí cien veces a la colina del Escobillar.
Esta pintoresca ría está separada del mar por una barrera muy alta: un monte negro y pedregoso, rajado de alto abajo, quedando así un boquete muy angosto donde se cuelan las aguas y los barcos, y se ve el Cantábrico, mirando desde adentro, como un pedazo de cielo a través de las rejas de una cárcel.
Levantáronse ambos despavoridos, y recogiendo en la cesta la comida, pensaron en ponerse en salvo. La dama cogió por el brazo a su caballero y le dijo: «Vámonos, que nos matan». Trepando difícilmente por el declive pedregoso, cayendo y levantándose a cada instante, cogidos del brazo, las cabezas gachas, huían del formidable tiroteo.
La Isabela, pueblo el más importante de la isla y la capital del distrito, está situada en un declive pedregoso, dominándola el fuerte llamado de Isabel
Para mejor recrearse, no quiso seguir el camino que ceñía la ladera: prefirió caminar por el álveo mismo del arroyo, que en el verano estaba casi enjuto. Formaban sobre él los avellanos que salían de las fincas lindantes una espesísima bóveda, tan baja que a veces no permitía el paso de un hombre sin doblarse: en ocasiones llegaba hasta interponerse como una barrera, como una muralla de verdura: entonces nuestro joven se veía obligado a buscar un agujero por donde colarse, sosteniendo con las manos el ramaje mientras pasaba. A un lado y a otro veía, por entre las hojas, la alfombra verde de las praderas que el sol matizaba de oro. En el cauce del arroyo no penetraban sus rayos. Era un túnel fresco y oscuro; tan fresco que, a pesar de lo elevado de la temperatura, sentía de vez en cuando leves escalofríos. Si las ramas de los avellanos no le permitían caminar derecho, la naturaleza del suelo tampoco le dejaba afirmar el pie con desembarazo. El lecho del arroyo era pedregoso y desigual. Además, aunque no trajese mucha agua, todavía era la bastante para formar menudos charcos, que se veía obligado a salvar saltando de piedra en piedra.
Palabra del Dia
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