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Actualizado: 16 de julio de 2025
En pocos minutos el junco, que navegaba ahora con gran velocidad, pues se había levantado un recio brisote del Oeste, dobló la punta peñascosa que el Capitán había indicado, y entró en una gran bahía rodeada de escollos coralíferos, y cuyas márgenes descendían dulcemente hasta el mar. ¿Es aquí? preguntaron los dos jóvenes.
En esta lucha con la carne hay su poesía. De otra suerte, no habría místicos. Cuando terminó la carrera era el modelo que se ofrecía a los colegiales. Humilde, reservado, grave y dulce a la par, rezador incansable y con la nota de meritissimus en todos los cursos. Ya le tenemos ejerciendo el cargo de teniente párroco en Peñascosa. Hubiera preferido marcharse a regentar una parroquia rural.
Verdaderamente el Ágora de Peñascosa recuerda, más que la asamblea griega que le ha dado nombre, la tertulia de la reina de Navarra, aquella gozosa y poética reunión de hermosas damas y caballeros, donde rebosaba el ingenio y de la cual tanta gallarda invención ha salido. No llevaremos, sin embargo, nuestro afán de similitudes hasta comparar a D. Gaspar con Margarita de Valois.
Lo más exquisito de la sociedad peñasquense se refugió en el pórtico de la iglesia, estableciendo la consabida división de castas. Organizose un paseo inmediatamente donde los forasteros de Lancia pudieran apreciar de un solo golpe de vista todo lo grande y majestuoso que encerraba Peñascosa en su seno.
Aquella noche se habían dado cita todas las flacas de Peñascosa. Mas hete aquí que cuando empieza a arder la primera rueda de pólvora, columbra no muy lejos a la fresca D.ª Teodora, al sueño constante de su existencia, más radiante y más lozana que nunca, con sus cabellos blancos y sus mejillas rosadas de cutis terso y brillante. Verla y emprender la marcha hacia ella fue todo uno.
El trato mundanal le producía penosa impresión: para él Peñascosa, con su casino, sus cafés y tertulias, era un centro de frivolidad, por no decir corrupción.
No confesaba en Peñascosa sino a media docena de veteranos de la guerra civil. Los demás feligreses se repartían entre los capellanes adscritos a la parroquia: las cuatro quintas partes de las damas confiaban el fardo de sus flaquezas al irresistible D. Narciso. D. Miguel no sentía el menor desabrimiento por esta preferencia.
El sueño de D. Norberto era fundar en Peñascosa un convento de arrepentidas. Para lograrlo sería capaz de andar pidiendo limosna por toda la provincia, de trabajar él mismo como bracero en el edificio, hasta de renunciar a comer callos por el resto de su vida. En la villa todos conocían esta su manía. La mayor parte se mofaba de ella.
Sin embargo, hay en casi todos ellos un rescoldo de imaginación que, si no les sirve para escribir novelas, les hace más noveleros y curiosos que a los del resto de la provincia. Cualquier acontecimiento insignificante adquiere proporciones grandiosas en Peñascosa.
Y emprendió de nuevo su camino que se acercaba cada vez más a la orilla del mar, para bajar por una rampa suave a Peñascosa. La luz desaparecía por momentos. El frío aumentaba. El océano en calma había perdido su bello color azul, cambiándolo por otro gris con reflejos acerados.
Palabra del Dia
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